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martes, 23 de diciembre de 2014

Resburg City: Absenta

Cuando Tom volvió al comedor, notó el olor a sudor y a rancio. Llevaba un bocadillo de atún en la mano y una cerveza en la otra. Observó a Jack mientras se sentaba, su rostro mostraba las consecuencias de la noche anterior; sudor frío, ojos rojos y largas ojeras.

—¿Puedo? —preguntó sarcásticamente a Jack cogiendo el mando a distancia.

Éste asintió y se llevó la mano a la cabeza frotándose la sien. Tom comenzó a cambiar de canal mientras Jack se hidrataba con agua, sumido en sus pensamientos. Nate que salía del baño, entró en el comedor envuelto en una toalla.

—Sale agua fría —anunció molesto—. Habrá que llamar al técnico...
Tom ignoró a su compañero, abrió la cerveza y bebió.

—Chicos lo siento —habló Jack haciendo caso omiso de las palabras de Nate—. No entiendo cómo me tajé tanto —se disculpó levantándose de la silla—. Si apenas bebí…

—¿Qué apenas bebiste?— se sorprendió Nate quien estaba acabándose de secar el pelo con la toalla—. ¿Acaso no te acuerdas de la absenta? —preguntó desconcertado.

—¿Absenta?

—¡Si fue idea tuya! —intervino Tom con la boca llena—. Se los pediste a Cleo cuando se terminó el concierto. Nos queríamos ir a casa pero… —añadió mirándolo con desprecio.

—¡Exacto! —exclamó Nate—. Pediste cuatro chupitos de absenta. Uno para cada uno y otro para ella.

―¿Para ella?

—Sí, para ella ―contestó molesto Tom―. Pero acabaste bebiéndote los cuatro tú —explicó tras eructar.

«¿Me bebí cuatro chupitos de absenta?» Una nueva serie de imágenes inundaron su cabeza. El concierto, la barra, y los cuatro vasos de chupitos. Ante la negativa de la camarera, recordó como pidió un vaso de tubo donde vertió toda la absenta llenando el vaso hasta casi la mitad.

Se llevó las manos a la cabeza, comenzó a dolerle el estomago y notó una fuerte punzada en la cabeza.

—¿En un vaso de tubo? —consiguió preguntar alarmado tras reordenar sus recuerdos.

—¡Sí! —contestaron a unísono.

Jack se sentó abatido de nuevo en la silla. Ahora comenzaba entenderlo todo pese a no recordar nada en absoluto. «Menos mal que llegamos a casa sanos y salvos» pensó aliviado.

Nate se acercó a la ventana y la abrió. Una corriente de aire fresco entró en la habitación.

―Menuda peste echa el comedor… ―espetó Nate tras asomarse y mirar al exterior―. ¿Habéis fumado aquí dentro?

Tom alzó las cejas y cambió de canal.

—¿Alguna otra cosa que deba saber? —preguntó Jack temiendo la respuesta.

Nate se acercó a la mesa, se sentó junto a Jack y le miró a los ojos.

—¿Recuerdas algo? —preguntó.

—Acordarme no. Pero sé que hablé con Dúnia —dijo mientras intercambiaba miradas con Tom—. ¿Pasó algo?

Ambos negaron con la cabeza. «Quizás volví a tirarle los trastos a Cleo.» Era lo más normal cuando bebía. Era su amor platónico y cuando se desinhibía no desperdiciaba la ocasión.

—¿Pasó algo con Cleo? —quiso saber.

—Tío. Lo hemos hablado muchas veces. Olvídate de la camarera —le contestó Nate con tono severo negando con la cabeza.

—Sí parece un tío —añadió Tom tirando leña al fuego—. Lleva el pelo más corto que tú...

—¡Qué te calles! Me ponen mucho las tías tatuadas —sentenció quitándole el mando de las manos, y dirigiéndose al sofá.

La tarde pasó sin más. El ibuprofeno parecía que había funcionado y el dolor de cabeza era un vago recuerdo. Mientras preparaban la cena juntos, hablaron del plan de esa noche.

—Robert, Rococó y los demás han quedado esta noche para salir —comentó Nate mientras dejaba el móvil sobre la mesa.

Vestía unos tejanos oscuros y unas zapatillas rojas que hacían juego con su camiseta a rayas.

—¿Quiénes son los demás? —quiso saber Tom vestido con unos pantalones gastados y una camiseta de color gris.

—Mireia, Isma y esta gente supongo —contestó mientras sazonaba la ensalada.

—Yo si puede evitar coger el coche mejor —intervino Jack que volvía del comedor—. No me llama mucho la idea de tajarme otra vez, pero por mi vale.

—Tranquilo. Tú hoy no conduces —añadió Nate sonriendo—. Iremos en bus.

—¿En bus? —preguntó extrañado Tom.

—Eso parece. Quieren hacer botellón en la plaza y luego entrar —añadió con afán de convencerles. Tom y Jack se miraron y ambos asintieron—. Hemos quedado en una hora y media.

—¿¡Tan pronto!? —exclamó Jack.

—Sí. Así que espabila y dúchate, ¿o vas a ir con esas pintas? —espetó Nate haciendo una mueca.



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