Tras un tiempo sin dar señales de vida, pido perdón por ello, vuelvo a la carga. Si que es verdad que ahora con el brazo en cabestrillo me resulta más incomodo el ponerme a escribir. Por ello he tenido tiempo de poder revisar relatos y poder hacerlos más presentables. Este relato esta ambientado en ese mundo de fantasía que muchos de vosotros me habéis dicho que me desenvuelvo mejor.
"— ¿Estás bien, Yanis? —dijo una
voz ruda en la oscuridad. —Me duele un poco el brazo, no veo absolutamente nada.
—contestó ella con una voz dulce. La mazmorra por la que caminaban estaba
plagada de trampas, pero hasta ahora las habían sorteando una tras otra. Recorrían
un angosto túnel cuando Bagair tropezó y al apoyar la mano en la pared activó una
de ellas, cayendo a un agujero.
—Necesitamos salir de aquí. ¿Puedes
encender una antorcha? —quiso saber Yanis mientras intentaba ponerse de pie.
—Déjame mirar, creo que tengo un par. —contestó Bagair rebuscando en bolsa
totalmente a ciegas. Sonaron unos chasquidos y aparecieron chispas, tras un par
de intentos, una llama surgió iluminando el lugar. Yanis observó como a la
tenue luz de la antorcha Bagair parecía más grande de lo que realmente era,
dotándole de una fiereza que conocía muy bien. Era un hombre muy corpulento, armado
de los pies a la cabeza con una armadura de negro acero que centelleaba ante las
llamas de la antorcha, el casco le cubría completamente el rostro, pero bajo él
asomaba una densa cabellera rubia.
Bagair se agachó y cogió su enorme espadón, negro
como su armadura. Lo envainó y se acercó a Yanis para ver sus heridas. — ¿Hay
que amputar? —preguntó burlón. Yanis ante el comentario golpeo a su compañero
en la fría armadura con el brazo lastimado, lo que hizo que soltara un gemido
de dolor. —A ti habrá que amputarte esa lengua. —contestó ella mientras se
observaba la herida. —Solo es un corte. Y no es profundo. —dijo buscando en su
mochila unas vendas para curarse. Bagair que había encendido otra antorcha la
dejó a su lado, comenzó a observa la trampa en la que estaban. Las paredes eran
fijas y duras, al menos no serían aplastados por ellas. No le gustó sentirse
encerrado, había unas ocho varas de altura, pero podía verse el camino allí
arriba. —Dime que has traído tu garfio. —habló girándose hacia Yanis. Ella seguía
vendándose el brazo con las piernas cruzadas. Su coraza hecha de piel de lobo
le cruzaba el pecho y le caía sobre las piernas. Esta le dedico una sonrisa y
asintió. — ¡Listo! ¿Por dónde íbamos? — exclamó cuando acabó de curarse, levantándose
de un salto.
Yanis cogió la antorcha que le
había dejado e iluminó el pequeño recuadro en el que estaban. Las paredes eran
lisas, no había forma alguna de trepar por ellas. Ni subiéndose a los hombres
de Bagair llegaba al borde. Como había sugerido su compañero la única opción
era salir de allí trepando por una cuerda. Dejó la antorcha en el suelo, extrajo
el garfio de la mochila y lo ató fuertemente a la cuerda que le tendió Bagair.
—Deséame suerte. —le dijo mientras volteaba la cuerda para poder llegar al
borde. —Sí, sí. Tira y calla. —contestó él mientras se apartaba de ella para
dejarle el espacio suficiente para lanzar.
El garfio salió despedido y llegó
a engancharse al borde. Yanis tiró para comprobar que estaba bien asido y este
cayó llevándose consigo un trozo de losa.
Ambos tuvieron que apartarse para evitar que les cayera encima. Tras
recoger la cuerda y mirar a su compañero de reojo, volvió a lanzar el garfio,
estaba vez con mayor fortuna. Bagair se apartó y observó a través de la pequeña
rendija de su casco como Yanis tiraba para comprobar que esta vez no cedería.
—Perfecto. Déjame subir a mi primero. —habló Bagair. —Dudo que puedas escalar
con un solo brazo. —rió ante la fría mirada de su compañera. Antes de subir,
lanzó la antorcha al túnel y tiró de la cuerda con fuerza para asegurarse de
que estaba bien sujeta y comenzó a subir. El peso de su armadura y su espadón,
no ayudaban para nada, su equipo era tan pesado como él. Yanis recogió la antorcha
y esperó.
Buscó en el suelo su arco y se lo colgó a la espalda, volvió a mirar
por si en la caída algo se había desprendido del cinto pero un sonido la hizo
mirar hacia arriba, algo caía directo a su cabeza, lo esquivó y observó como
una gigantesca araña del tamaño de un gato caía a su lado. Bagair que ya había
llegado soltaba insultos y gruñía. Yanis desenvainó su espada y atacó a la
araña, con un movimiento rápido y veloz acertó una estocada directa en sus
fauces acabando con ella al momento, se giró y miró a su compañero a quien no le
iban tan bien las cosas, Bagair que se había encontrado con las arañas nada más
asomar la cabeza por el borde daba patadas y puñetazos a las criaturas que le
saltaban encima. Yanis desde abajo observó como una de las arañas trataba de
morder en vano la pesada armadura, con un gesto hábil guardó la espada y cogió
el arco. Lo levantó y tensó la cuerda, el dolor le recordó que su brazo aun estaba
herido y bajó el arma, tras maldecirse se tocó el brazo. Volvió a tensar la
cuerda esta vez con un poco menos de tensión y apuntó. Bagair no paraba de
moverse, en cuanto se quitaba una araña de encima otra ocupaba su lugar, era
arriesgado disparar. Con su enorme bota Bagair acabó con una, aplastándola contra
el suelo, en ese mismo momento una de ellas saltaba directo a su cara, pero una
flecha la atravesó antes de que lo consiguiera, clavándola en el techo. La
tercera y última araña pareció ver su fin cerca cuando Bagair le lanzó contra
la pared por lo que escapó por el túnel ante la sorpresa de este. Desenvainó su
espadón y esperó cauteloso un posible ataque desde la oscuridad. Tras ver que
ya no había peligro se giró hacia el agujero y avisó a Yanis de que se agarrara
a la cuerda. Esta se enrolló el extremo de la cuerda en la cintura y agarró la
antorcha, con el brazo sano se aferró a la cuerda y avisó para que comenzara a
subirla lentamente.
Una vez arriba Yanis recogió el
garfio y le entregó la cuerda a su compañero. —Me debes una. —dijo mientras le
dedicaba una sonrisa. Sus dientes blancos brillaban como perlas, en sus finos labios
rojizos. —Podía habérmelas arreglado yo
solo. Eran tres putas arañas de mierda. — bufó ante el comentario. — ¡Esa
lengua! Te lo he dicho cientos de veces. —le recriminó mirándole seria con sus
ojos violeta. Bagair maldijo por lo bajo para que ella no se enterara. —Te he oído… —dijo mientras alzaba la
antorcha para poder mejor ver el túnel. Bajo el casco se escuchó el rechinar de
los dientes y un suspiro de abatimiento.
—No podemos estar muy lejos.
Llevamos horas en esta mazmorra. —comenzó a decir mientras caminaba lentamente
vigilando donde pisaba. —Yo comienzo a estar un poco cansado. Podríamos
descansar un rato. —sugirió Bagair. —No. Quiero salir lo antes posible de aquí.
—contestó ella viendo una luz a lo lejos. — ¡Mira, allí! —exclamó señalando con
el dedo. Bagair se paró y apagó la antorcha con tierra. De la bolsa sacó un
trozo de tela sucia y envolvió la tea con él. Después de guardarla en el
interior desenvainó el espadón y avanzó a paso lento al lado de Yanis. —Quédate
atrás, estas mal herida. Ilumina el camino y yo me encargo del resto. —dijo
mientras la miraba de reojo. A Yanis no le hizo mucha gracia aquello, pero era
cierto, si podía evitar utilizar el brazo mejor.
Llegaron a una enorme sala llena
de columnas, había un centenar de ellas, y cada una tenía una antorcha que
iluminaba una gran zona, creando infinidad de sombras que dificultaban ver
realmente como de grande era la estancia. Unas escaleras en el centro llevaban
a una especie de altar construido sobre la misma piedra. Tenía forma de dragón,
las alas estaban pegadas al cuerpo y la cola se enroscaba en la escalera. Una
de sus garras estaba en alto, en claro gesto amenazador y la otra reposaba
sobre la piedra. La boca estaba abierta, sus fauces pese a estar talladas en
piedra parecían muy afiladas y en su interior una esfera dorada flotaba. — ¡Ahí
esta! —exclamó Bagair al verla.
Ambos aceleraron el paso y
subieron corriendo por las escaleras. Cuando iban por la mitad de ellas, un
sonido seco bajo sus pies les llamó la atención. Lo primero que pensaron fue en
que habían vuelto a caer en una trampa. — ¿También has oído eso? —preguntó ella
al ver que su compañero se había parado como ella en seco. Él asintió con la
cabeza y miró a su alrededor, Yanis con la antorcha en alto miraba bajo sus
pies. Aguardaron unos instantes pero no paso nada. Bagair respiró aliviado y
volvió a mirar al altar. Nada había cambiado allí, el orbe levitaba sobre los
temibles dientes. —Sigamos. —musitó cuando comenzó a ascender nuevamente. Ella
le siguió pero extremando la precaución. Otro sonido seco bajo sus pies le hizo
erizar el vello, tenía un mal presentimiento. Algo estaba a punto de pasar,
estaba convencida. —Bagair. —llamó a su compañero. —Esto no me gusta. ¿Tenemos
el orbe al alcance de nuestras manos y nada ni nadie esta custodiándolo? —
continuó mientras lanzaba la antorcha a las patas del dragón de piedra por
encima de su compañero. —No he visto ninguna salida y no podemos volver por
allí. —habló señalando el túnel por donde habían venido.— ¿Qué hacemos cuando
tengamos el orbe en nuestro poder?— terminó cogiendo con un gesto ágil el arco.
Bagair que había escuchado en silencio
agarró con las dos manos el enorme espadón. — ¡Luchar!— grito él a pleno pulmón.
Yanis le observó, siempre había admirado ese valor, cogió una flecha del carcaj
y asintió.
Cuando Bagair llegó a lo alto y
tuvo al enorme dragón ante sí no pudo evitar sentir un escalofrió que le
recorrió todo el cuerpo. Era incluso más grande de lo que desde abajo había
imaginado, parecía que se había fundido en la roca muchos años atrás, incluso
siglos, el musgo cubría gran parte de él y la erosión del agua que caía del
techo había desdibujado las temibles facciones del dragón. Yanis lo observó de reojo
y fue directa hacia el orbe. Según las leyendas los orbes emitían calor cuando
había dragones cerca y Yanis acercando la mano no notó absolutamente nada por
lo que respiró aliviada. Miró a Bagair que estaba a su lado observando
boquiabierto aquella piedra dorada mientras sonreía. Yanis alargó el brazo y
agarró dubitativa el orbe con fuerza, estaba frió al tacto, pero algo en su
interior tenía vida, podía notarlo, lo extrajo del interior de las fauces y
volvieron a escuchar un sonido seco.
El suelo del altar se vino abajo
con ellos encima, la antorcha que Yanis había lanzado estaba cayendo a su lado,
Bagair pudo ver la cara de pánico de su compañera cayendo al vacio. Las losas
que antes habían sido el suelo del altar golpeaban contra la pared, el
estruendo de estas se mezclaba con los gritos de ambos. Cada vez caían a más
velocidad y el miedo se apoderaba de ellos. Escucharon como las losas caían sobre
el agua, ambos se percataron de ello y cargaron sus pulmones de aire aguantando
la respiración. Bagair se sorprendió al observar como la antorcha momentos
después de sumergirse se apagaba ante sus ojos."
Espero ansioso vuestros comentarios. Y recordad que estoy esperando a que uno de vosotros comenté en el "Challenge Me!" y pueda ponerme manos a la obra.
¡Gracias por leerme!
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