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miércoles, 2 de marzo de 2016

Taller: Mal presentimiento

Marcus, a pesar de haberse levantado con el pie izquierdo y con un mal presentimiento, caminó hacia las oficinas con pasos largos y decididos. Hoy tenía una importante reunión y debía ser positivo. Decidió pararse, como cada mañana, en el café que había en la planta baja del edificio donde trabajaba. Se acercó al mostrador para pedir un té y un par de donuts. Una vez sentado en la mesa, pensó en la reunión y en cómo cambiaría su vida el desenlace de esta. Sumido en sus pensamientos, tardó en percatarse que un hombre, oculto bajo un sombrero de ala ancha y una gabardina, le observaba desde el fondo del café camuflándose, como un camaleón, entre los demás clientes.

Hubo un breve cruce de miradas que provocaron en Marcus una extraña sensación. El individuo, al verse descubierto, bajó la vista y cogió el periódico que tenía sobre la mesa. Marcus le observó durante un rato, pero el hombre no volvió a mirarle en ningún momento. Cuando la alarma de su teléfono comenzó a sonar, se sobresaltó, miró la hora y se levantó con rapidez. «Seguro que sale bien, Marcus», se dijo a sí mismo para tranquilizarse de camino al ascensor.

Mientras subía hasta la última planta, repasó su discurso por si le rechazaban el presupuesto. Estaba convencido de que había ajustado bien los números, pero la dificultad de la empresa y el misterio que la rodeaba podía hacer que la junta directiva no quisiera correr riesgos. Cuando el ascensor se paró y salió de él, se encontró con varios compañeros que, conocedores de su visita a las oficinas centrales, le desearon suerte. «La voy a necesitar», pensó mientras agradecía esas muestras de apoyo.

Al llegar a la sala de reuniones, se colocó la americana y respiró hondo. Expulsó el aire y llamó a la puerta. Pasados unos segundos, una voz le invitó a pasar. 

—Buenos días, señor McFly —saludó el director ejecutivo al verlo.

—Buenos días, señor Bennett. Señorita Bloom —añadió dirigiéndose una apuesta mujer que acompañaba al director, quien le devolvió el saludo con una sonrisa.

—Siéntese —habló indicándole una silla—. ¿Puedo tutearte?

—Por supuesto.

—Tras estudiar tu propuesta y sopesar los pros y contras de este arriesgado proyecto, lamento decirte que no contamos con todo el apoyo de la junta directiva, pese a ello, hemos aprobado el presupuesto y damos luz verde a tu experimento. 

Marcus no lo podía creer, lo había conseguido. Tenía el dinero y los recursos necesarios para materializar su ambicioso proyecto.

—¡Gracias! —exclamó pletórico—. Muchas gracias, señor Bennett, muchas gracias, de verdad.

—Hemos elaborado un pequeño dosier con un informe detallado de todo lo que nos ha pedido —intervino la mujer—. Tendrá acceso a él a partir de mañana a primera hora.

—Muchas gracias —repitió mientras recogía el dosier.

Tras ultimar un par de asuntos de menor importancia, Marcus salió del edificio y se topó con el mismo hombre que había en el café quien, al verlo salir, le sujetó la puerta para que pudiera pasar.

—Gracias —susurró.

El hombre se limitó a sonreír. Sus ojos le resultaron familiares y había algo en él que le recordaba a su difunto padre. Se llevó la mano al bolsillo de la americana, cogió el teléfono y se lo llevó a la oreja.

—¡Lo hemos conseguido! —anunció eufórico a su esposa—. ¡Sí! Mañana a primera hora.

Caminaba con pasos lentos, mientras su mujer no paraba de hacerle preguntas, hasta que se paró por completo. 

—Espera... —contestó frunciendo el ceño—. ¿Quieres que comamos juntos y después te explico?

Marcus asentía con la cabeza mientras volvía a reanudar la marcha dejando a sus espaldas el edificio de Skynet. 

(El relato debía terminar con un "cliffhanger" y debían aparecer las palabras; esposa, camaleón y misterio)


Mal presentimiento: ¡Ponle nota!

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