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miércoles, 13 de abril de 2016

Relatos: Pequeño homenaje

―¡Eh! ¡Parad! ¡Parad! ―grita Ruiz dándole unos golpes en el hombro a Blanca al mismo tiempo que se asoma entre los asientos—. Hay que volver.

―¿Qué pasa? ―dice sorprendida―. Yo no conduzco, díselo a Juan.

Ruiz se gira y le mira, este ni siquiera desvía la mirada de la carretera, parece molesto y no ha abierto la boca desde que nos hemos puesto en marcha.

―Llegamos ya bastante tarde… ―se queja al final Juan―. Siempre con tus gilipolleces.

―A todos nos pareció divertido recoger y matar a aquel tipo ―reprocha Ruíz mirándonos a Blanca y a mí.

Aparto la mirada y observo por la ventanilla ver pasar los árboles y recuerdo los hechos:

«—Es nuestro pequeño homenaje a la boda de tu hermano —propuso.

—Me matas, Ruiz —contestó Blanca entre carcajadas—. Pero la verdad, es que sería un puntazo.

Juan aminoró la velocidad y se detuvo en el arcén. El autostopista se acercó corriendo al coche y saludó.

—Nos dirigimos a la iglesia de San Antonio de Padua, a unos diez kilómetros de aquí —anunció subiéndose las gafas de sol—. ¿Te va bien?

El hombre sonrió y asintió con un movimiento de cabeza.

—Muchas gracias —exclamó mientras subía al coche—. Soy Jesús.

—Ellos son: Blanca, Ruiz —señalé al tiempo que los nombraba—, y Juan. Yo soy Lucia.

***

—Sal del coche.

—Tenéis que estar de broma… —sollozó Jesús.

—Sal del puto coche —ordenó Juan dando un paso al frente.

—Ponte aquí. —señaló Blanca—. Y quítate la ropa.

—¿Así que hoy nos tocará verle el rabo a este tío? —recriminó Ruiz—. ¿Por qué le toca otra vez elegir a ella?

—Tu idea de atarle los cinturones a las muñecas y subirlo al capo suponía mucha cooperación por su parte —recordó Juan señalando a Jesús quien ya comenzaba a quitarse la ropa.

—Quiero saber si es el verdadero Jesús —intervino Blanca relamiéndose los labios.

—¿El verdadero Jesús? Mira, cómo no tenga la polla cortada…

Ruiz se acercó a la parte de atrás del coche, sacó unas tijeras de podar del maletero y caminó hasta nosotros. Jesús intentó retrocede pero Juan lo sujetó por la espalda y lo amenazó con una navaja.

—No te muevas… Blanca, quítale tú el pantalón —añadió mirándola.

—Encantada —anunció ella al tiempo que se acercaba a Jesús y se acuclillaba frente a él—. Espero que no me defraudes —dijo dándole unos golpecitos en la entrepierna.

Jesús se estremeció y trató de apartarse por lo que Juan lo apresó con más fuerza. Blanca soltó un suspiro cuando le bajó los calzoncillos.

—Por una polla así, dejaría esta mierda y tendría una vida normal —exclamé.

Blanca la observaba en silencio. 

—La verdad es que sí. El cabrón tiene un buen amigo entre las piernas.

—¿Os gustará tanto cuando se la pode?

—No, por favor. No —suplicó Jesús.

—¿No? ¿Prefieres que te corte un dedo? —propuso Ruiz.

—Sí, un dedo —intervino Blanca—, es una pena destruir esto.

Ruiz le agarró la mano a Jesús y sin tiempo a que reaccionara, le cortó el dedo meñique. El grito resonó por todo el bosque, Juan le golpeó en las costillas y le tapó la boca, ahogando el gemido.

—¿Qué toca ahora? ¿Otro dedo? —quiso saber Ruiz sonriendo.

Jesús trató de decir algo, pero Juan se lo impidió.

—Quítale la bota. Toca el dedo gordo.

La risa de Juan nos provocó una carcajada general que aterró a Jesús. Blanca le desató los cordones y lanzó la bota. Le sujetó el pie y se echó a un lado para que Ruiz pudiera hacer su trabajo.

—Te cuento, colega —dijo agarrándole el pie—: vamos a la boda del hermano de Juan; resulta que se conocieron haciendo autostop. —Colocó el dedo entre las dos hojas y apretó con las dos manos—. Ironías de la vida. Al muy sádico le gustará saber lo que te vamos a hacer…

—Me toca —dije alzando la mano.»



Pequeño homenaje: ¡Ponle nota!

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