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miércoles, 6 de julio de 2016

Taller: Mi primera raya de coca

Cuando llegue a casa de Mike y Tim no esperaba encontrarme con tanta gente. Sentados en la mesa estaban los anfitriones de la casa, el primero comía embutido en uno de los extremos de la mesa; el otro, recogía su plato y se dirigía a la cocina. Nate cortaba una pizza con un aspecto bastante crudo y Sean ayudaba a Tim a recoger la mesa. Me sorprendió ver a tanta gente en aquel diminuto comedor.

Me quité la americana de jugar al póker y la coloqué en el respaldo de la silla. Saludaron de soslayo y continuaron con sus cosas.

—Mete las cervezas en la nevera —sugirió Mike al verme con la bolsa.

—¡Bien! —celebró Smothy asomando la cabeza desde el sofá.

Me sorprendí al verlo acurrucado en la esquina, me había pasado totalmente desapercibido y allí estaba él, haciendo manualidades. Se estaba liando un porro de dimensiones épicas. 

—¿Dónde vas loco? —exclamó Sean al ver cómo se lo encendía al tiempo que el humo blanco comenzaba a propagarse con rapidez por todo el comedor.

Tras un par de caladas Smothy me ofreció el porro. Lo miré con atención: medía poco menos de un palmo y para mi sorpresa, tiraba a las mil maravillas. 

Exhalé profundamente y a partir de ese momento me convertí en un mero espectador de lujo de todo lo que ocurrió aquella noche. Me bastó una única calada para tener los sentidos totalmente nublados, así que se lo pasé a Sean, no sin antes darle una última bocanada, y me dejé llevar por mis pensamientos.

«Joder… Menudo ciego. ¿Cómo es posible?» pensé mientras me aclaraba la garganta bebiendo un sorbo de cerveza. «Y encima he venido en coche. Venga, come algo y que se te pase». Alargué la mano y cogí algo de embutido. Lo devoré con ímpetu mientras los demás comenzaban a preparar la mesa para jugar al póker.

Observé a Smothy, sus ojos rojos y entrecerrados, delataban que su magnánima obra le había dejado igual de K.O. que a mí. Quise echar el freno y serenarme para no llegar tarde a casa.

Mientras Sean buscaba música “random” en el Youtube la mesa quedó preparada para iniciar la partida. Sin apenas darme cuenta tenía dos cartas delante de mí y todos estaban haciendo sus apuestas. Así que me coloqué bien en la silla y miré las cartas: dos ases. La verdad es que tenía un buen presentimiento aquella noche y esto no hizo más que reafirmarlo.

—¿Empezamos? —sugerí al ver mis opciones.

—Falta Mike —advirtió Nate—. Creo que está en el baño. ¡Mike! Espabila o empezamos sin ti.

Algo hizo que me girara y mirara a Tim, este se llevaba el cubata a la boca con desgana, como si no disfrutara de la situación. Cuando Mike se sentó en la mesa le miró con recelo.

—¿Qué te pasa, tío? —exclamé al verlo así.

—No, nada. 

Me volví a Nate buscando una respuesta pero lo único que obtuve fue un gesto de desconcierto por su parte.

—¡Anda Tim, no te enfades! Llevamos tiempo queriendo planear algo así. Para un día que estamos todos... habló Mike.

—Ya, pero estoy viendo el palo que llevas y no me hace gracia. Que luego soy yo quien tiene que… Bueno es igual.

Me sentía como en un partido de tenis, mirando a uno y a otro sin comprender el motivo de la disputa.

—¿Qué has hecho en el lavabo? —preguntó Tim.

«¿Ha vomitado? ¿Está molesto porque tendrá que limpiar él?» Miré a Mike, estaba muy risueño para haber echado la pota, y solo le había visto beberse una cerveza. «Imposible».

—He ido a mear —contestó tras mirar sus cartas.

—No, Mike. Ya sabes lo que pienso al respecto… —recriminó encendiéndose un cigarro.

Veía a Tim molesto, pero desconocía el motivo y al parecer no era el único.

—¡Tíos! ¿Qué pasa? —pregunté al comenzar a sentirme incómodo por la tensión generada.

—No, nada. Si quieres que te lo explique él —contestó señalando a su compañero de piso.

—Hostias, Tim… No me irás a reventar el plan, ¿verdad? —Mike se levantó de la mesa y se aclaró la garganta como preparándose para un discurso—. Bueno gente —comenzó—, ya sabéis que siempre he dicho que antes de morir hay que probarlo todo en esta vida.

Miré de reojo a Tim al tiempo que este negaba con la cabeza. «Cocaína» pensé haciendo un resumen de lo acontecido hasta el momento.

—Así que esta tarde —prosiguió—, sabiendo que hoy nos reuniríamos aquí, he conseguido comprar un par de gramillos de cocaína.

—¿Qué dices? —intervino Sean—. ¿Dónde la tienes?

Mike se llevó la mano al bolsillo y sacó una papelina blanca. Somthy abrió un poco los ojos observando en silencio.

—¡Yo si no lo hacemos encima de un espejo, paso! —exclamó Nate para mi sorpresa.

—Bien. —Sonrió Mike—. Vosotros dos también, ¿no? —añadió mirándonos a Tim y a mí.

—Yo paso, la última vez me dio un chungo y no quiero repetir la experiencia…

—Qué asco das… ¿Y tú? —dijo volviéndose hacia mí.

—Tampoco. Estoy tocadísimo del porro.

Mike molesto lanzó la papelina sobre la mesa y se sentó haciendo una mueca. Sean la recogió y comenzó a desenvolverla sobre un compact-disc que había cogido de la estantería.

Volví a mirar a mi alrededor. Iba muy ciego, me tocaba conducir de vuelta a casa y el plan que había era darlo todo. Cogí el móvil y miré la hora. No eran ni las doce así que le envié un mensaje a mi mujer: Llegaré más tarde de lo previsto. No me esperes despierta. 

«¿Qué pasa?» leí en la contestación que no tardó en llegar. Estos van a full. Y me toca ejercer de sereno… Mañana te cuento. No te preocupes. «Ok. No llegues muy tarde».

Cuando dejé el móvil me encontré con seis rayas preparadas sobre el compact-disc. 

—¿Alguien quiere ser el primero o le doy yo? —preguntó Sean, pero al ver que nadie daba muestras de serlo, se agachó y esnifó la primera de las rayas—. Toma —le dijo a Nate después de sacudir la cabeza con frenesí.

—Yo prefiero ver como os sienta antes de meterme nada… Toma —concluyó cediéndole el turno a Mike.

—Yo seré el último que me he metido una en el lavabo hace un momento… —anunció mirando a Tim.

«¿Qué? ¿Cómo? Joder con la hierba… ¿Dónde he estado?». Notaba como la cabeza me daba vueltas y al parecer todos estaban dispuestos a colocarse. Me sonreí al considerarme por una vez en la vida el responsable del grupo.

—¡Que consté que te haces tú responsable! —exclamó cogiendo el compact-disc y esnifándose la segunda raya.

—¿Bart? 

—Que no, que no. Ya os lo he dicho. Con el porro voy más que servido.

—Eres un cagao… —dijo Mike pasándole la cocaína a Nate.

—Yo voy al lavabo que aquí me da mal rollo, con todos delante... —explicó al tiempo que se levantaba y se dirigía a baño. 

«¿Tú también?». Me llevé la mano a la sien. No me encontraba nada bien. Los ojos me ardían, tenía la boca seca pese a no haber parado de beber en toda la noche y la situación me desbordaba.

Cuando quise darme cuenta Nate había vuelto del baño y estaba sentado a mi lado, mirando sus cartas y moviendo la pierna sin parar.

—Lo he dejado en el lavabo. Id pasando…

—Bueno, ¿qué? —intervine—. ¿Empezamos con la partida de póker? —sugerí señalando las cartas y cambiando de tema.

—¡Eso, eso! —exclamó Sean—. Que esta mano es mía… Voy con all-in.

«¿Cómo vas a ganar si tengo pareja de ases…?».

—Yo también —anuncié.

Los demás se tiraron y Mike levantó las cartas que había sobre la mesa. «Jota de tréboles, dos de picas y jota de corazones». Sean mostró sus cartas. 

—Dos jokers… —habló Mike sorprendido—. No los hemos quitado… ¿Qué tienes? —añade mirándome.

Miré mis cartas en el mismo instante en que Sean extendía los brazos, abrazándose a las fichas y arrastrándolas hasta su posición.

—Qué más da. No gano… 

Lance mis cartas al montón y me encogí de hombros. Normalmente era de los primeros en quedarme sin fichas en las partidas de póker, pero esta vez había sido todo un récord.

Me levanté, fui a la cocina y me serví una cerveza bien fresca para intentar compensar la situación. Cuando volví a sentarme en la mesa, las apuestas por la segunda ronda ya habían comenzado. Sean lideraba la mano con una estrategia muy agresiva.

Me acomodé en la silla y me limité a observar la partida mientras pasaban los minutos. Mike se levantó y me sacó de mis pensamientos.

—Muy bien, ¿no? —intervino mirando a los presentes—. ¿Se lo contamos?

Miré sus caras y descubrí una ligera sonrisa dibujarse en sus rostros.

—Todo esto era una broma. Queríamos ver si eras capaz de meterte una raya de coca.

—Es bicarbonato —añadió Nate.

—Pensábamos que ibas a caer, de hecho, hemos buscado por Internet qué pasa si esnifas bicarbonato…

Con una mueca dibujada en mi cara asentí con la cabeza.

—¿Entonces qué he ganado? —quise saber. Todos se miraron desconcertados. «Qué asco de gente. No contemplaban este desenlace…»—. ¿Nada?

Me levanté de la silla y agarré la papelina.

—Me guardaré esto como recuerdo de mi primera raya de coca.

(Debían aparecer referencias a los cinco sentidos y utilizar un narrador en primera persona testigo)


Mi primera raya de coca: ¡Ponle nota!

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