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miércoles, 2 de noviembre de 2016

Taller: Delicioso

(Continuación “Todos hemos fracasado”)

Max y León escaparon de los calabozos y avanzaron con cautela. Las escaleras ascendían hacia lo que parecía ser la cocina. El olor a guiso y verduras les abrió el apetito, pero el tarareo de una canción les puso en alerta.

—Qué hambre tengo… —susurró León relamiéndose los labios.

Max se llevó un dedo a los labios para que guardara silencio y le hizo señas para que esperara. Avanzó hasta el umbral de la puerta y observó la estancia. Era una cocina pequeña y rudimentaria. La voz procedía de un hombre que removía una olla con garbo al tiempo que lanzaba especias en su interior. Max buscó algo con lo que golpear al cocinero pero lo único que divisó fue un libro de recetas que estaba abierto junto al fregadero. Se acercó hacia allí de cuclillas y lo agarró con firmeza.

Max se colocó a la espalda del cocinero y levantó el libro dispuesto a golpearlo cuando el estómago de León rugió con tanta fuerza que el hombre se giró sorprendido, descubriendo a Max. 

—¿¡Pero qué demonios!? —exclamó al tiempo que se cubría la cabeza con las manos.

El golpe con el pesado libro lo aturdió lo suficiente como para que Max se abalanzara sobre él y le agarrara del cuello, haciendo presión con el brazo hasta que lo dejó inconsciente.

—Ayúdame… ¡León! Hay que esconderlo —anunció cogiendo al cocinero por debajo de los brazos—, busca la despensa.

León se acercó a una de las puertas que había junto a la escalera y la abrió.

—¡Bingo! —exclamó al encontrarla—. ¿Habrá que maniatarlo, no?

Max asintió con la cabeza y arrastró al cocinero hasta el interior de la despensa, lo recostó en el fondo y tras amordazarlo y atarlo, cerraron la puerta. León se acercó a la olla y probó su contenido con ayuda de un cucharón.

—Delicioso, Max.

Max se acercó, agarró un tazón y lo llenó de guiso. Observó una hogaza de pan en una de las mesas, la cogió y la partió en dos.

—Nos acabamos esto y vamos a por Qisi. —Dio un bocado al pan y lo masticó con ansia—. No quiero perder más tiempo.

—¿Así, sin armas ni nada? —quiso saber León—. ¿Crees que podremos entrar en su guarida sin más? Estás loco…

—¿Alguna sugerencia?

—Tengo conocidos… Pueden darnos algo de ropa —contestó León mirándose—, y quien sabe, alguna arma.

—¿Dónde hay que ir?

—Al barrio rojo, hay que llegar a la taberna de Kurt el Tuerto. Me debe un par de favores.

Max apuró el tazón y lo lanzó al suelo bajo la atenta mirada de su compañero.

—¿Qué? —habló León mientras sorbía el caldo con cuidado—. Quema. 

(Debía contener un libro de recetas)

Delicioso: ¡Ponle nota!

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