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miércoles, 21 de diciembre de 2016

Challenge Me!: Jaula de oro macizo


Un día el gato Choco observó como un circo ambulante llegaba a su pueblo. Movido por la curiosidad se acercó a la caravana y la inspeccionó de cabo a rabo. Era el típico circo de animales feroces, acróbatas y payasos. Siguió la comitiva hasta el lugar en el que decidieron establecer su campamento durante las próximas semanas y continuó supervisando sus quehaceres.

Mientras descansaba, un rugido seguido por unos gritos infantiles mezclados entre risotadas hizo que el gato Choco se volviera. Vio a una muchachada saltando nerviosamente alrededor de una jaula de oro macizo. Levantó su trasero del suelo y caminó con lentitud hasta descubrir desde la distancia que había encerrado en su interior. 

—¡Marchaos! —rugió un león alzando un cabeza coronada por una enorme melena que le otorgaba un aire imperioso y feroz—. ¡Fuera de aquí! —añadió lanzando una dentellada al aire.

Los niños ante aquella advertencia corrieron y se alejaron de allí. El gato Choco caminó colocándose bajo la sombra de un árbol y comenzó a asearse, sin perder de vista aquella estructura dorada. Por su parte, el león esperó hasta que los pequeños desaparecieron tras una tienda que acababan de levantar, para luego mirar a su alrededor con desdén. 

Dio un par de vueltas en el interior y aburrido de no encontrar a nadie a quien increpar, se tumbó a desgana en un rincón. Pasados unos minutos, el gato Choco divisó a un hombre de muy baja estatura que se acercaba a su posición. El hombre no pudo evitar desviar la mirada a la majestuosa jaula cuando caminó por su lado. En ese mismo instante, el león se abalanzó contra los dorados barrotes y rugió con fuerza.

—¿¡Qué miras!? ¡Fuera de aquí!

El hombre bajó la mirada al suelo y aceleró el paso al tiempo que se alejaba de allí lanzando improperios. En ese momento, las miradas de ambos animales se encontraron.

—¿Cómo te llamas? —quiso saber el gato Choco mientras se lamía una de las patas.

El león sorprendido por la indiferencia con la que preguntó, rugió molesto.

—¿Quién te crees que eres para dirigirte a mí con esas palabras? ¿No te han enseñado modales?

—Soy Choco, el gato. Y no, nadie me ha enseñado nada —contestó al tiempo que cambiaba de pata—. ¿Y tú quién te crees que eres para alzarle la voz a todo el mundo?

—Soy Rey. El Rey león —anunció exhibiendo su melena—. ¿Acaso no ves mi majestuosa fortaleza?

—Yo desde aquí la veo más como una jaula… —contestó el gato Choco acercándose a él—. Majestuosa y dorada, sí. Pero una jaula al fin y al cabo.

El gato Choco caminó hasta los barrotes y tomó asiento a una distancia de seguridad en la que no pudiera alcanzarle. El león Rey lo escudriñó con la mirada y le mostró los dientes.

—Eres un gato muy fanfarrón —rugió el león Rey—. Podría acabar contigo con tan solo un movimiento —amenazó mostrándole su propia garra.

—¿Fanfarrón, yo? Simplemente he preguntado por tu nombre. Eres un recién llegado y quería mostrarme amable contigo —explicó el gato Choco—. Me he fijado que tienes muy mal humor y eso se traduce en que no tendrás muchos amigos… ¿Me equivoco?

—¡Calla! —rugió golpeando los barrotes—. No sabes nada de mí.

El gato Choco se levantó y se dio la vuelta decepcionado por la actitud del león. 

—¿Qué sabrás tú de la vida? —exclamó el león Rey—. Eres un simple gato; sucio y viejo.

—No estoy sucio —le reprochó el animal observándose a sí mismo, al tiempo que rememoraba su juventud. Su pelaje había pasado de un color castaño a uno más blanquecino con el paso de los años—. Mientras tú increpabas a la muchachada yo me aseaba —añadió señalándose una zona de pelo marrón—. Este es el color que tenía antes todo mi pelaje... 

—¡Sucio! —alzó la voy el león Rey.

El gato se cerró los párpados con lentitud mientras cogía aire y se marchó de allí.

—Cómo osas darme la espalda, ¡cobarde!

—¡Obtuso! —exclamó el gato Choco volviéndose—. Es el lugar donde te encuentras quien me está injuriando, no tú.

(Escribir una fábula de unas 750 palabras)

Jaula de oro macizo: ¡Ponle nota!

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