Arranco el hacha y miro el filo con una sonrisa. La sangre la cubre por completo y el sonido de las gotas cayendo al suelo, mezclado con los gritos del jinete, es música para mis oídos. Alzo la vista y observo el cadáver del caballo que acabo de degollar. Su jinete yace a mis pies suplicando clemencia, pero no la encontrará, quiero comprobar si me será tan fácil decapitarlo a él.
Alzo el hacha para asestarle el golpe pero intenta escapar. Desvío la trayectoria para evitárselo y le golpeo con todas mis fuerzas en el cráneo. La sangre me salpica y disfruto extasiado el momento. Los gritos cesan al instante. Desincrusto el hacha y movido por la curiosidad coloco el cuerpo en una posición que me permita cercenar su cabeza.
Golpeo con todas mis fuerzas pero yerro la tentativa partiendo en dos la cabeza para mi regocijo. La sangre vuelve a salpicarme y me relamo notando su sabor. Quiero que este momento tan dulce no termine nunca. Me llevo el filo del hacha a la boca y paso mi lengua por él, consigo diferenciar el sabor de una sangre y otra.
Me acerco a la ventana y observo el exterior. Otro jinete se acerca al establo. Perfecto. Lanzo el hacha al suelo y cubro de paja los dos cadáveres con ayuda de un tridente. Espero a que mis próximas víctimas entren por la puerta para salir corriendo hacia ellos pidiendo auxilio.
El jinete baja de su montura al verme y tras preguntarme que ha ocurrido le guío hasta los cuerpos ensangrentados. Ajeno a todo, se lleva las manos a la boca ante tan fúnebre espectáculo en el mismo instante en que lo atravieso con el tridente por la espalda.
(El protagonista debía ser un loco con un hacha)
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