Páginas

jueves, 12 de diciembre de 2013

La primera ya me costó lo suyo...

Si yo no hago por escribir y publicar nada, ¿qué espero recibir? ¡Pues se acabó! He decidido que escribiré y lo compartiré por si alguien sin querer se tropieza con las lineas que vaya dejando entrada tras entrada. Como ya voy con retraso, iremos directamente a colgar la última, y segunda escena. Y en siguientes entradas ya se irán desvelando más cosas de este humilde servidor que escribe para ser leído. "Una de miedo".

"No es la primera vez que me había quedado encerrado en un ascensor. Cuando era pequeño siempre hacíamos el tonto para asustar a nuestros amigos, dando saltitos o tocando la sirena. ¿Quién no a probado de abrir la puerta desde dentro cuando el ascensor está subiendo? Acabo de volver del cine y tengo en la cabeza las imágenes de la película, como no, la película era de miedo. Películas que te hacen sentir inseguro cuando vas por la calle dirección a casa o en el coche, cuando miras de reojo a través del retrovisor esperando que nadie haga acto de presencia en los asientos posteriores...


Vivo en un bloque bastante viejo, igual que su ascensor. Las puertas se abren como un abanico, las paredes son rojas y tiene un gran espejo justo enfrente de la puerta. El edificio no es muy alto, solo tiene cuatro plantas, pero no es lo mismo bajar las escaleras que subirlas, así que cada día, subo en ascensor.

Ya llevo un rato encerrado en el ascensor, la cobertura de mi móvil brilla por su ausencia, y al parecer los vecinos hacen caso omiso de la alarma. Es lo que tiene que haya muchos críos en mi bloque, están todo el día dándole al botoncito y cuando realmente es usado para su cometido, la gente pasa olímpicamente de él.

¿Os he dicho ya que la luz es de esas que parpadea cual película de terror? Igual que esa película de terror que acabo de ver en el cine... Como iba diciendo, nunca me había preocupado si me quedaba encerrado solo o acompañado en el ascensor, pero hoy es diferente. Nunca me había considerado una persona claustrofóbica, pero ahora parecía que el yo claustrofóbico quisiera salir desde lo más profundo de mí. Una inseguridad comienza a invadirme y tengo la necesidad de respirar aire fresco, de poder hablar con alguien y quitarme al asesino de la maldita película de la cabeza. Abro la puerta desde dentro y lo primero que veo es un número tres a la altura de mis ojos. Perfecto, me he quedado a un maldito metro de llegar a mi casa. Pico a la puerta exterior con todas mis fuerzas esperando que alguien me oiga, aunque sé que en la cuarta planta solo vivo yo, el piso de enfrente esta deshabitado. Pido ayuda y vuelvo a mirar mi móvil con la esperanza de que la cobertura me saque de esta situación, pero no...

La puerta no se cierra y me dejo caer abatido al suelo. La luz cada vez parpadea más, y solo escucho el sonido de los cables en lo alto. Por si fuera poco ahora tengo que comerme la cabeza con el sonido de los cables, no es que me este asustando porque se pueda romper y disfrutar de una caída libre de tres plantas pero quiero salir ya de aquí. Vuelvo a pedir ayuda, toco otra vez todos los botones y golpeo las paredes del ascensor, lo que provoca que los cables hagan más ruido, para colmo, el fluorescente se ha parado. Corriendo toco el móvil para tener algo de luz, pero apenas alumbra nada, enfoco al panel de mandos y toco nuevamente la sirena, pero esta vez no hace sonido alguno. Grito desesperadamente para que alguien me oiga, pero sigo sin encontrar respuesta, vuelvo a golpear las paredes desesperadamente.

Me reclino contra la pared y miro hacia el espejo, justo en el momento que comienzo a ver mi reflejo paro rápidamente el móvil, no vaya a ser que vea algo que no me espere... Me dejo caer y vuelvo a encender el móvil apuntado hacia el suelo. Entonces es cuando veo algo que me pone la piel de gallina. La puerta seguía abierta y podía ver la pared, más abajo de donde antes había visto el número de planta había algo escrito. En una letra muy fina, el rojo las hacía resaltar mucho con el blanco de la pared. Me aproximo un poco más para leer mejor, "No mires detrás tuyo", piel de gallina al instante. Y es aquí cuando aparece la eterna disputa interior, cuando te dicen que no hagas algo, ardes en deseo de hacerlo. Y haciendo caso omiso de la advertencia me giro.

La luz vuelve a funcionar y el ascensor se pone en marcha automáticamente. Llego a mi planta, abro la puerta tan rápidamente como es posible, rebusco en mis bolsillos las llaves de casa y corro hacia la puerta. Esta vez sin mirar atrás."


No hay comentarios:

Publicar un comentario