Al final lo he conseguido pero me ha costado lo suyo. He luchado y luchado por poder sacar algo bueno de esto, así que ya me contaréis si lo he logrado o no.
Aquí tenemos el primer relato de la sección de "Challenge Me!" y para no dar pistas las reglas que tuve que seguir las pondré al final del texto. Añadir que he intentado darle una vuelta de tuerca, otra vez, a la historia, ya que se me atragantaba a más no poder, he dado quizás un carácter más personal y propio que otras veces, que podrá gustar o no. Pero ha sido la única forma con la que avanzar y terminar el reto.
"— ¿No sabes que es la “psique”?
¿Cómo puede ser? — preguntó desconcertado. —Hasta un preescolar sabe lo que es…
— concluyó en tono molesto.
Quizás tengamos que rebobinar un
poco para poder entender esto. Por un lado tenemos a Harald, un joven vikingo
que sin saber cómo, ha llegado a conocer a Ron, un chico del siglo XXI, que
tras quedar cegado por el sol, al volver a abrir los ojos se encontraba allí
sin saber cómo. Lo siguiente que recuerda es verse el uno delante del otro.
Cuando se vieron las caras por primera vez Ron pensó que estaría bajo los
efectos de alguna droga. Miró a su alrededor y lo único que vio fue uno inmenso
lago helado bajo sus pies, y a un pequeño individuo vestido con pieles de
animales y una pequeña hacha en su mano. Harald estaba atravesando el lago como
prueba para convertirse en un hombre a los ojos de su poblado. Al ver a Ron
delante de él vistiendo esos ropajes tan extraños pensó que estaba sufriendo
alucinaciones.
— ¿Pero qué demonios? — dijo
mientras cogía el hacha con sus dos manos. — ¡Quieto! ¿Quién eres? ¿Eres el
espíritu de la Dama del Lago? — preguntó Harald con voz temblorosa.
— ¡Ai va! — exclamó Ron al verlo
alzar el hacha. — ¿La dama de dónde? —continuó mientras retrocedía ante la
acometida del vikingo. — ¡Quieto,
espera! ¿Y tu quién eres? —preguntó mientras buscaba alguna arma improvisada
dentro de sus bolsillos.
—Yo soy Harald, hijo de Erik del
clan Lagoprofundo, y estoy en una misión muy importante, así que si no eres la
Dama del Lago, apártate si no quieres que acabe contigo. — respondió mientras
caminaba dubitativamente hacia Ron.
— ¡No me hagas daño! — exclamó
mientras le tiraba un cacahuete que había encontrado en uno de sus bolsillos,
falló—No soy tu Dama del Lago, soy Ron. —sollozó.
— ¿Ron? ¿Hijo de quién? ¿A qué
clan perteneces? —preguntó inseguro.
— ¿Clan? Vivo con mi padre Héctor
en… —comenzó a decir cuando fue cortado por Harald.
— ¿Héc-Tor? Supongo que querrás
decir del clan Héc-Thor, ¿no es cierto? —preguntó a la vez que bajaba el hacha.
— Nuestros clanes son amigos, pese a la larga distancia que nos separa. —
continuó mientras se acercaba a Ron ofreciéndole un apretón de manos.
Ron deseaba con todas sus fuerzas
que el efecto de la droga que se hubiera tomado pasara. Mientras tanto para no
hacer enfadar a Harald le tendió su mano y se dieron un buen apretón. Inexplicablemente
eso le hizo sentirse realmente aliviado. Harald comenzó a preguntarle si sus
ropajes eran una distinción en su clan y como era la vida más allá de las
grandes espesuras y ríos helados. Ron sin saber que contestar, se limitó a
decirle como era la vida en casa con su padre trabajando el campo con él. Lo
sé, a estas alturas os estaréis preguntando cómo es posible que se entiendan si
no hablan el mismo idioma, pues bien, es posible porque lo digo yo, que para
eso soy el que escribe la historia.
Tras dejar claro, como era la
vida en el clan Héc-Thor. Harald le contó que era costumbre en su poblado enviar
a los jóvenes al lago para que encontraran la senda del coraje y el valor. A
parte de eso podían encontrar monstruos, abominaciones y agujeros por los que
caerte al agua helada. También le explicó quien era la Dama del Lago, quien
resultó ser parte de una leyenda muy antigua que decía que el afortunado que se
topara con la Dama del Lago en su viaje de iniciación probaría los manjares de
la lujuria con ella, dotándole de buena fortuna junto con una vida repleta de
amor. Ron, al escuchar eso decidió acompañarlo hasta su destino, como todo
hombre en su sano juico haría.
Continuaron un rato caminando
sobre el lago helado Harald y Ron llegaron a una cueva tan negra y fría como el
mismo azabache. En ella, tuvieron que avanzar por unos túneles con diferentes
trampas y pruebas. Pasar por debajo de unas cuchillas afiladas, no pisar las
losas falsas, acertar una combinación secreta y esas típicas cosas que suelen
pasarles a los aventureros cuando entran en cuevas misteriosas. Pero la prueba
que tenían delante era diferente. Nueva.
—Analicemos la habitación. —
sugirió Ron tras observarla atentamente. — Tenemos una habitación circular. Hay
cuatro grandes losas de colores por aquí repartidas. —siguió enumerando
mientras caminaba entre las losas. — ¿Y esto? — preguntó al tocar una especie
de pulsador en el centro de la sala.
— ¡Psi!— escucharon un agudo
sonido cuando una de las losas se iluminó para asombro de los dos. Ron y Harald
se miraron y se acercaron a la piedra. Ya no irradiaba luz ni emitía sonido
alguno. —Tócala. — sugirió Harald.
— ¿Yo? — contestó. — Tócala tú.
¿Por qué tengo que hacerlo yo? —concluyó mientras se separaba de la mole azul.
— ¿Quién ha tocado ese pulsador
de allí? — preguntó mientras señalaba al pulsador con su hacha. — Tócala. —
sentenció.
Ron, bajo la mirada y suspiró.
Cogió aire y se acercó a la losa. Con un gesto de la mano apartó a Harald
mientras volteaba aquella roca azulada. Le dirigió una mirada al vikingo y
levantó la mano acercándola a la losa. Harald cogió el hacha con las dos manos
y se escondió tras ella.
— ¡Psi! —volvió a sonar el aquel
zumbido agudo. Ron y Harald quedaron iluminados por el brillo de la losa. Tras
apagarse, volvió a iluminarse y el sonido se expandió por toda la sala seguido
del zumbido que emitía la losa amarilla que también comenzó a brillar. — ¡Psi!
¡Que! — sonó por la sala justo antes de hacerse el silencio nuevamente.
— ¿Psique? ¿Qué es eso? ¿Se puede
comer?—preguntó Harald mientras se rascaba la cabeza.
Y aquí es donde empezamos con el
relato un par de líneas más arriba si mal no recuerdo. Así que continuaremos
por donde lo habíamos dejado si os parece bien.
Ron que lo miraba atónito se
sacudió la sorpresa de encima y tocó la piedra amarilla. —Game Over. — rugió
por toda la sala cuando las cuatro losas se iluminaron. Harald y Ron se echaron
al suelo cubriéndose la cabeza con las manos. — ¡Socorro! ¡Auxilio! —gritó
Harald mientras gateaba hacia ningún lado. Las piedras dejaron de brillar y no
pasó nada más. Ron miró a su alrededor y se levantó lentamente. Ayudó a Harald
a ponerse en pie, se sacudió el polvo de encima y comenzó a caminar entre las
grandes piedras.
— Creo que esto no es bueno. —
dijo Harald mientras miraba la losa amarilla. — La otra vez sonó diferente. —
Se dijo a sí mismo. Se acercó al pulsador y lo presionó a desgana.
— ¡Psi!— sonó cuando brilló la
piedra azul.
—Tócala Harald. —ordenó mientras
clavaba la mirada en la piedra que se acababa de iluminar. El joven vikingo
avanzó dubitativo y posó la mano sobre la fría piedra.
— ¡Psi! —emitió al iluminarse.
Harald saltó atrás y se colocó en posición defensiva. Tras apagarse, unos
segundos más tarde volvió a sonar y a brillar, el primer sonido fue seguido por
el emitido por la losa amarilla. Ron se acercó a la piedra azul y la tocó. El
sonido emanó como por arte de magia.
— ¡Lo tengo! — exclamó Ron
mientras lo celebraba. — Harald ahora tienes que tocar la amarilla. — pidió
mientras daba un paso atrás para ver qué ocurriría.
— ¿Yo? No me gusta esta
habitación. — se quejó mientras se acercaba a la piedra. Pese a ello levantó la
mano y la tocó.
— ¡Que! —sonó cuando se iluminó.
Ron esperó impaciente a que la secuencia volviera a comenzar. Lo hizo, y como
cabría esperar con la azul la primera de todas, a esta le siguió la amarilla, y
por último la losa de color rojo comenzó a brillar y a rugir. — ¡Bu! — estalló
en toda la sala. Ron corrió hasta la piedra azul y la tocó, cuando se iluminó
pidió a Harald que volviera a tocar la losa amarilla, mientras se dirigía
expectante a la última piedra. Los
sonidos ocupaban toda la habitación, y el techo se tiñó con los colores.
— ¡Anda! ¡La bandera de Andorra!
— gritó Harald para sorpresa de todos señalando al techo.
Ron negó con la cabeza omitiendo
lo que acababa de escuchar y se percató de que una puerta oculta apareció tras
de él. Se acercó y observó su interior. Una luz brillaba al fondo y una ligera
brisa le acarició la cara.
—Creo que hay una salida por
aquí. —dijo mientras se adentraba en ella. Harald esgrimió en alto el hacha y
se acercó dubitativamente. Cuando llegó al umbral de la puerta, se armó del
poco valor que tenía para cruzarla mientras apretaba con fuerza los dientes.
Tras caminar un poco por el interior del túnel, salió en las afueras de su
poblado. Ron le estaba esperando allí sentado sobre una piedra.
— ¡Ron! ¡Hemos llegado a mi
pueblo! — exclamó. — Eso quiere decir que he superado mi iniciación. — celebró
animosamente mientras abrazaba a Ron. — ¡Ven, corre! Te mostraré mi pueblo y te
presentaré al clan. — gritaba mientras comenzaba a correr hacia su pueblo.
Ron no pasó desapercibido cuando
llegó al pueblo de los Lagoprofundo, pero rápidamente Harald explicó quien era
y como se habían conocido. Tras enterarse y saciar su curiosidad, los presentes
comenzaron a preparar la fiesta en honor a Harald.
— Pese a no ver visto a la Dama
del Lago ya soy todo un hombre. — explicó casi con lagrimas en los ojos.
— Pues vaya que bien. — contestó
Ron a desgana. — ¿Y ahora qué hacemos? — terminó."
¿Y bien? Espero vuestras críticas impacientemente. Como he comentado al principio de la entrada os voy a poner las reglas que tuve que seguir para elaborar la historia de Harald y Ron. Tenían que salir diferentes palabras, cacahuete, abominación, psique y azabache, además de tener a un protagonista que fuera un vikingo cobarde.
Nada más, solo recordaros que si queréis participar en el siguiente "Challenge Me!" tenéis que comentar lo que os surja por la cabeza. Los dos primeros comentarios que me escriban serán los elegidos para realizar el próximo relato. Así que... ¡No me dejéis tirado!
¡Gracias por leerme!

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