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jueves, 9 de enero de 2014

Relatos: De rodillas al suelo

Mientras sigo cocinado otros relatos y supero este bloqueo creativo, os voy a dejar con un texto que también escribí hace tiempo. Como muchos de vosotr@s me habéis comentado que escriba algo dentro del genero de la fantasía no voy a defraudaros y dicho y hecho. Espero que lo disfrutéis tanto como hice yo escribiéndolo y posteriormente leyéndolo. 

"La noche era tranquila y agradable, en el valle, el ulular de los búhos era el único rumor que rasgaba el silencio. El cielo despejado revelaba un millar de estrellas, radiantes en el firmamento, las criaturas del bosque guardaban en silencio a sus presas.
Por el camino que atravesaba el bosque, se distinguían dos grandes sombras. Dos seres deformes cargaban con lo que parecía ser una figura humana. Se adentraban en el bosque velozmente. El ulular cesó cuando se ocultaron en las sombras de los grandes árboles. Su presa estaba inconsciente, era una joven de cabellos oscuros, su rostros repleto de cortes y heridas era el de una muchacha de piel blanquecina. Vestía una túnica hecha jirones, que por la marcas en sus brazos, parecía que había quedado así en un forcejeo por escapar de sus dos raptores.
               
Una de las bestias se detuvo, dubitativa, un rayo de luz lunar reveló una tez consumida, con una gran cicatriz que la dividía en dos, sus afiladas fauces brillaban. Tenía escaso pelo, de una tonalidad tan negra como la misma oscuridad. Era corpulento, cargaba con la joven mujer con el mínimo esfuerzo. Atada en el cinto colgaba una gran espada ensangrentada, su armadura le cubría todo el pecho, quedando el lomo y espaldas al descubierto. Con sus ojos negros observaba el corazón del bosque, su compañero unos pies más allá, se detuvo a su lado, era mucho más menudo en comparación con el otro, pese a ser ambos, más grande que un hombre de gran estatura, su cara demacrada mostraba unos menudos ojos negros como la noche, su arría cabellera morena caía hacia sus espaldas. En sus manos llevaba dos hachas desquebrajadas. Elevó la vista al cielo y advirtió como una ligera brisa empezaba a soplar.

Desde el camino, se acercaba un grupo de personas con antorchas, las dos bestias miraron detenidamente y analizaron la situación. Hubo un intercambio de miradas, seguido de un asentimiento por parte de ambos y rápidamente se escondieron entre la maleza. El que cargaba con la chica la dejó caer al suelo bruscamente, desenvainó su espada y avanzó hacía una posición mejor. Las antorchas se adentraban al bosque rápidamente, sus portadores eran soldados armados con lanzas y alabardas, todos vestían el mismo uniforme, pantalones rojos y chalecos negros. A una distancia prudencial les seguía un carro tirado por dos grandes caballos. En pocos minutos los soldados estuvieron al alcance de las dos bestias ocultas.

Las dos bestias esperaban para atacar en el momento más oportuno. Cuando tres de los soldados ya les habían pasado de largo, la más corpulenta saltó sobre ellos cogiéndoles por sorpresa, lo que fue aprovechado para acabar con dos de ellos en un abrir y cerrar de ojos, los gritos alertaron a la resta de la tropa que llegó cuando el tercer hombre caía de rodillas al suelo. Los soldados rodearon a la bestia, su espada brillaba a la luz de la luna como un rubí, la sangre corría por el filo lentamente, atacó velozmente pese a su gran tamaño, mientras uno de los soldados trataba de hundirle la lanza en el pecho, pero lo último que vio antes de morir fue como la bestia le arrebataba la lanza de las manos y se le clavaba en el estomago. Los otros aprovecharon ese momento para atacarle desde la distancia, con más precaución. Los soldados lanzaban ataques sobre la bestia quien los esquivaba a duras penas, el corazón lo comenzó a latir rápidamente, el sudor frío le caía por el rostro, al principio lo estaba logrando pero viendo su fin cerca, apretó con fuerza su espada y saltó para asestar un último golpe. No consiguió impactar ya que una lanza se le clavó directamente en la pierna provocando que cayera de bruces contra el suelo. Tirado en el suelo su respiración se entrecortó, desde allí trató de blandir su espada contra uno de los hombres que se le acercaban, pero este sin compasión alguna hundió su lanza en el costado desprotegido de la bestia, tras unos segundos de agonía murió desangrado mientras su compañero observaba aterrado desde las sombras. Inmovilizado por el terror no se dio cuenta de que una mujer vestida completamente de rojo examinaba el cadáver hasta que la escuchó hablar.

—Quiero que busquéis y traigáis al otro con vida, quiero hacerle unas preguntas. —Su voz era fría como el hielo, y su cabello negro ondulaba con la brisa. Su rostro, oculto en las sombras, miraba detenidamente el cadáver. — Ulthar, acércate—llamó al que parecía ser el líder de los soldados. — ¡Estos monstruos me están cansando, quiero saber donde se esconden ya! —gritó con furia. El soldado llamado Ulthar asintió con la cabeza y se dispuso a partir en busca de la otra bestia.

La bestia oculta comenzó a retroceder atónita sin quitar la vista de la figura femenina que se acercaba a paso lento pero firme hacia el carro. Sus piernas temblaban a causa del miedo, tropezó y cayó de espaldas al suelo. El gemido de dolor que salió de sus labios rompió el silencio, se tocó la cabeza y descubrió con horror que sangraba y la vista se le nublaba. Se repuso torpemente, trató de orientarse y vio como unas luces lejanas se acercaban a él. Sus piernas movidas por el terror comenzaron a correr en dirección opuesta, trató de huir hacía la oscuridad y seguridad del bosque, pero su tamaño ralentizaba la escapatoria, las ramas y  arbustos le frenaban mucho en comparación con sus perseguidores, quienes avanzaban veloces entre los árboles. La persecución duró poco, la bestia que había perdido sus armas en la huida se encontraba rodeada por los soldados. Ulthar se adelantó.

 —Nuestra señora me ha ordenado no matarte, pero si por mí fuera ya estaríais haciéndole compañía a tu amigo, escoria. — La bestia ante tal amenaza cayó de rodillas al suelo—. ¡Levántate y no te resistas! —concluyó amenazantemente mientras la bestia trataba de ponerse en pie patosamente. Ante la lentitud de sus acciones los soldados le levantaron del suelo y le ataron de pies y manos.
               
Los primeros rayos de sol asomaban por la copa de los árboles cuando Ulthar y los soldados llegaron donde se encontraba el carro. Ante el anuncio de su llegada, la mujer saltó desde lo alto del carro cual felino y les observó antes de acercarse a ellos. Cuando estuvo a la altura de la bestia desenvainó una daga que acercó a su gaznate. La bestia con la claridad del amanecer no parecía un monstruo, su rostro tenía rasgos humanos, como si tiempo atrás hubiera sido una persona normal, sus ojos reflejaban el miedo, sus labios temblaban ante la amenaza del filo que notaba en su cuello.


— ¡N... no me hagáis n... nada, por favor!—balbuceó, mientras miraba a su alrededor—. ¡Calla!—gritó la mujer apretando la daga al cuello—. ¿No sabes quién soy?"

Espero que haya cumplido con vuestras expectativas y haya gustado. ¡Gracias por leerme!

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