
"Se despertó con una resaca de las
buenas y no se acordaba de casi nada. La boca seca, el estomago revuelto y un
dolor en la cabeza le hicieron pensar que quizás ayer había bebido demasiado.
Miró el reloj y descubrió sorprendido que eran pasadas las tres. «Joder.
Siempre igual.» se maldijo a si mismo mientras se quitaba las sabanas de
encima.
Cuando se incorporó, un pinchazo que
le taladró la sien, le obligó a llevarse las manos a la cabeza como si eso
fuera a evitar que le doliera. Se masajeó la cabeza y suspiró dolorido. Abrió
los ojos y observó la habitación, no se había acordado de correr las cortinas
ni de bajar la persiana por lo que el sol invadía la habitación. Tras meditar
unos segundos bajó de la cama y salió del cuarto.
«¿Seguirán durmiendo?» se preguntó de camino al lavabo. Se miró en el espejo y unas ojeras le
devolvían la mirada bajo unos ojos verde esmeralda. Se lavó la cara y se
enjuagó la boca para quitarse esa sequedad y pastosidad consecuencia del
alcohol.
Tras mear volvió a la habitación
y cogió su teléfono, tenía dos llamadas perdidas de su madre a las 12 del mediodía.
Mientras le escribía para enterarse del motivo de su llamada, caminó hasta la
cocina en busca de algo que llevarse a la boca. «Un ibuprofeno. Eso es lo que
necesito para este dolor de cabeza.» pensó al abrir la nevera. Allí encontró
una pizza que colocó en el microondas , lo enchufó y se acercó otra vez al
lavabo. Allí rebuscó en los armarios hasta dar con los ibuprofenos, cogió un
par, y se los tomó.
Cuando volvía a la cocina, el
sonido del teléfono en su bolsillo le avisó de que le habían escrito. Lo cogió
y se sorprendió al ver el remitente, «¿Pero qué coño?» pensó mientras lo leía.
—¿Qué, cómo estoy? — musitó para
su sorpresa. «¿Cómo voy a estar?»
La autora del mensaje había sido
Dúnia, una amiga a la cual hacía siglos que no veía. Aún sorprendido por ello, mientras
la pizza se hacía, se entretuvo hablando con ella. Por lo que le pudo contar, se
habían encontrado la noche anterior. Justo cuando Tom, Nate y él se iban para
casa. Se habían cruzado en la puerta de la discoteca, él iba contentillo y le
había propuesto de quedar algún día.
El pitido del microondas le
devolvió a la realidad. Volvió a abrir la nevera, cogió una botella de agua y
se dirigió al comedor. Una vez sentado en la mesa enchufó la tele y Tom
alterado por el sonido apareció de debajo de las mantas y cojines que cubrían
todo el sofá.
—¡El superhombre!— dijo Tom al
verlo sentado en la mesa.
—¿Eh? —exclamó sorprendido.
—¿Acaso no te acuerdas de nada o
qué?— quiso saber Tom limpiándose las legañas de la cara.
—La verdad es que no. Dúnia me ha
preguntado por como acabó la noche. Si estaba bien y tal. —explicó dando un
sorbo a la botella.— Yo ni siquiera me acuerdo de haberla visto. — terminó echándose
a reír ante la laguna mental.
—Pillaste una buena chaval.—
contestó Tom mientras se levantaba del sofá y se sentaba a su lado en la mesa.
—A Dúnia nos la cruzamos cuando nos íbamos a la playa. —concluyó.
—¿A la playa? ¿Fuimos a la playa
para qué? — dijo atónito.
—¡Joder! ¿En serio? —replicó Tom.
—¿Acaso recuerdas algo de anoche?— preguntó su amigo cada vez más intrigado.
La verdad es que no se acordaba
de gran cosa. Habían salido de fiesta al garito de siempre como cada Viernes.
Habían cenado en un kebab de al lado y habían bebido un poco. «No me jodas...
«¡Yo conducía!»
—Dime que Nate condujo hasta
casa, Tom.
Una negativa con su cabeza hizo
que una serie de imágenes le inundaran la cabeza. Un vago recuerdo aparcando al
lado de la playa, una enorme valla delante suyo y un volantazo en medio de la
autovía a 90km/h. «Joder, si apenas bebí.» Su rostro palideció y dejó el trozo de
pizza en el plato.
—¿Qué? ¿Te acuerdas ahora?—
intervino Tom. —Tenías que haber visto la cara de Nate cuando intentaste dar un
trompo con el coche. Casi te mata. — añadió riéndose a carcajadas.
—¿Y fuisteis tan gilipollas de
dejarme conducir?—espetó en un tono a medio camino entre la rabia y la
vergüenza.
—Yo no tengo carnet, a mí que me
cuentas. Dijiste que ibas bien. Y Nate te creyó.—dijo excusándose.
—¿Nate me creyó? ¡Venga hombre!—
exclamó levantándose de la silla y caminando por el comedor de forma
nerviosa—Si no me acuerdo de nada como iba a verme bien para conducir...—se
llevó las manos a la cabeza y se dejo caer en el sofá.
Tom agarró un trozo de pizza y se
disponía a levantarse cuando Nate entró por la puerta. Tom le saludó con una
amplia sonrisa y señaló al sofá por lo que Nate se acercó.
—¿Tú eres tonto o qué te pasa?— dijo
dándole una colleja a su amigo.
La cabeza le retumbó, la resaca
aún le duraba y la hostia no hizo otra cosa que empeorar las cosas. Bajó la
cabeza arrepentido y se llevó otra vez las manos a las sienes. Maldiciéndose en
su interior.
—¡Quieres dejar mi comida!—gritó
al ver como Tom tras acabarse el trozo de pizza agarraba la botella y se
disponía a beber.
—Bueno, no te pongas así, ya la
dejo, ya la dejo.—dijo Tom mirándole con cara de pena.
—¡No me mires así! Si tienes
hambre te haces la comida.—dijo exaltado.
La cabeza le zumbaba ante sus
propios gritos por lo que bajo la voz y se calló. Se levantó y se sentó en la
silla. Como el ambiente estaba un poco tenso, Nate y Tom se marcharon. El primero
a ducharse y el segundo a hacerse la comida."
Si os ha gustado hacérmelo saber para ir trabajando en ello y así poder daros un poco más de esto.
¡Gracias por leerme!
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