
"Cuando abrió los ojos se
encontraba en una camilla. Notaba un dolor en la cabeza y estaba pálido.
Observó como su padre, en el exterior de la habitación, hablaba con un policía.
Miró a su alrededor y se descubrió en el hospital. Su madre al verlo abrir los
ojos corrió hasta él y le besó.
—Hijo ¿Cómo estás? —quiso saber
rompiendo a llorar.
—¿Mamá? —dijo finalmente con
dificultades.
—¡Amancio, corre! ¡Raúl se ha
despertado! —gritó a su padre quien tras escucharla corrió hasta él.
—Hijo, por fin te has despertado.
El policía que estaba hablando
con su padre entró y se acercó a la camilla.
—Señor Quesadilla. Es de vital
importancia que hable con el chico —le habló a su padre mientras miraba al
pequeño.
—Papa. ¿Quién es este señor?
—Este señor esta aquí porque quiere
hablar contigo —contestó su padre con tono molesto.
—Hola Raúl. Soy el agente Eras
—comenzó con tono cordial— .¿Recuerdas cuando fue la última vez que viste a tu
amigo Carlos?
La última vez que había visto a
Carlos fue jugando al escondite, pero sin saber porque no recordaba
absolutamente nada de aquel día.
—Jugando al escondite—se limitó a
contestar.
—¿Dónde estabais jugando?
—No lo recuerdo —contestó
apenado.
—Intenta hacer memoria chico.
Carlos lleva desaparecido tres días —le habló alzando la voz.
—El médico ha dicho que una vez
recobrara la conciencia podía sufrir algún tipo de amnesia—intervino su madre—
.Puede sufrir una pérdida de memoria temporal debido al golpe en la cabeza
—habló con tono molesto.
—El señor Miranda nos comentó que
su hijo estaba hablando con alguien justo antes de desprenderse por el barranco
—contestó el agente Eras— ,pero allí no había nadie más.
—Vayamos fuera y dejemos al chico
descansar —intervino su padre mientras acompañaba al agente al exterior.
—¿Qué me ha pasado? —preguntó
Raúl tras unos segundos.
—Te caíste por el barranco
jugando al escondite.
—¿Por eso me duele la cabeza?
—Sí. Perdiste mucha sangre. Por
lo visto, te golpeaste con una roca —le explicó mientras le acariciaba.
—¿Y cómo he llegado hasta aquí?
No recuerdo nada.
—Cerca de donde te caíste vive
Juan. Él te encontró y llamó a la ambulancia.
—¿Juan el Loco?— dijo
sorprendido.
—Te he dicho miles de veces que
no le llames así —le riñó su madre.
—Perdón —dijo bajando la cabeza.
—¿Se puede saber que hacías por allí?
—preguntó su madre al fin.
—Estaba con Carlos —dijo casi sin
pensarlo.
—¿Con Carlos? —se sorprendió
ella— .¿Estabas con él cuando te caíste?
En ese momento lo recordó todo.
Recordó a Sara, el cañizal, la casa de Juan el Loco.
—¡La puerta! —gritó aterrado—
.¡Mamá, la puerta! —continuó gritando Raúl. El agente Eras y su padre corrieron
al interior atraídos por los gritos del pequeño.
—¿Qué ha pasado? —quisieron saber
ambos— ¿Qué son esos gritos?
En ese momento Raúl revivió lo
vivido el día en cayó por el barranco.
—¡Me salvo a mí y a todos mis
compañeros! —gritó Pilar al tocar el tronco del árbol para desgracia de Sara.
—¡Jo! —se lamentó esta—.No quiero
volver a pararla.
—¡Empieza a contar y no mires! —gritó
Carlos mientras comenzaba a correr. Los demás al verle marcharse, comenzaron a huir de allí. Raúl
corrió hasta el barranco y lo observó, no sabía si entraba dentro de los
limites.
—Veinte, veintiuno, veintidós... —escuchó
contar a Sara.
Se decidió por descender con
cuidado, sabía que Sara no se atrevería a buscarlo allí. En el barranco las zarzas y las malas hierbas
lo cubrían casi todo, a excepción de un camino semioculto que zigzagueaba entre
la maleza.
Se adentró hasta la otra ladera,
allí había un cañizal que sería un lugar perfecto para esconderse. Mientras
caminaba entre las cañas sopesó sus posibilidades; podía quedarse ahí y esperar
o continuar por el camino hasta ver donde llegaba.
—¡Cincuenta! —escuchó el grito
lejano de la niña.
Se sentó y espero un rato
guardando silencio. Al roto escuchó un sonido procedente de unos matorrales que
le sobresaltó. Al mirar en aquella dirección le pareció ver algo moverse,
asustándolo. Comenzó a caminar nerviosamente entre las cañas, las hojas secas
crujían bajo sus pasos, y lo alteraban más, por lo que decidió permanecer
inmóvil.
Intentó escuchar con atención lo
que pasaba más arriba del barranco, pero apenas oía nada. Vio a Sara por el
sendero que corría por encima del barranco, pero en ningún momento pareció
estar interesada en buscar allí abajo.
Escuchó otro ruido, esta vez más
cercano, en el mismo interior del cañizal. Un temor comenzó a invadirle el
cuerpo y pensó en salir corriendo de allí, pero si lo hacía podría ser visto.
No quería pararla, así que decidió continuar oculto pese al creciente miedo de
su interior.
Agudizó el oído y escuchó la voz
de Pilar en la lejanía. Cada vez más nervioso volvió a iniciar una lenta marcha
hacia el exterior de las cañas. Pero otro ruido esta vez detrás suyo le hizo
soltar un grito ahogado.
—¡Raúl! —le susurró Carlos al
verlo— .¿Qué haces aquí? Ven conmigo.
Tras girarse y ver a su amigo se
sintió más aliviado, sin pensárselo dos veces decidió seguir a su compañero.
Ambos salieron de entre las cañas, y comenzaron a caminar por el sinuoso
sendero que atravesaba todo el barranco.
—¿Por aquí no llegaremos a casa
de Juan el Loco? —preguntó nervioso Raúl.
—No te preocupes. Sara no se
atreverá a acercarse aquí —contestó sonriente Carlos— .Esperaremos hasta que solo quedemos nosotros
dos y entonces saldremos —le dijo dándole una palmadita en la espalda.
Comenzaron a ver la casa más
cerca, y la voz de Sara cada vez estaba más lejana. Por lo que Carlos ascendió
hasta salir del barranco para observar la situación.
—¿Ves algo? —quiso saber Raúl.
—Pilar, Manuel y Héctor están
junto al tronco —dijo en voz baja— .Sara está buscando cerca de la fuente —terminó
diciendo con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y Cori?
—No la veo —contestó mientras volvía
a descender junto a Raúl— .Esperaremos aquí —dijo finalmente tras unos segundos
en silencio.
Estaban en medio del barranco,
rodeados de espinos y matorrales. Raúl estaba sentado, con las piernas cruzas
haciendo un agujero con la ayuda de un palo, mientras que Carlos observaba con ahínco
la casa de Juan el Loco.
—Podríamos continuar por el camino.
Y ver que hay en la casa —habló al final Carlos levantándose del suelo.
—¿No habíamos dicho de esperarnos
aquí? —le replicó Raúl, pero Carlos sin hacerle caso comenzó a caminar por el
sendero alejándose— .¡Espera! —susurró al salir corriendo tras él.
Llevaban un par de minutos
caminado cuando por encima del camino en una de las laderas del barranco
observaron lo que parecía ser una puerta metálica. Carlos al verla abrió los ojos de par en par.
—¡La puerta mágica! —gritó al
tiempo que salía corriendo hacia ella.
—¿La puerta mágica? —repitió Raúl—
.¿La puerta que da a la habitación llena de juguetes? —preguntó intrigado.
—¡Pues claro! ¿Cuál sino? —contestó
eufórico.
—¿Y si nos quedamos encerrados
dentro?
—Tranquilo. Mientras uno entra a
mirar el otro se queda vigilando que la puerta no se cierre —dijo Carlos con
confianza mientras llegaba al saliente donde estaba situada la puerta.
Necesitó de la ayuda de su amigo
para poder subir hasta allí, él no era tan habilidosos como su amigo trepando.
Una vez en el saliente, observó que no había mucho espacio para los dos y era
muy fácil caerse, por lo que se acercó a la puerta.
—¿Quién entra primero? —preguntó
Carlos.
—Tú —dijo sin pensárselo Raúl.
Carlos contentó por ello, se
acercó a la puerta y trató de abrirla. La puerta era pesada y necesitó a Raúl
para poder abrirla, parecía que alguien estaba tirando desde dentro.
—Tiene un muelle —observó Carlos,
señalándoselo a Raúl— .Tendrás que hacer fuerza para que no se cierre.
Raúl asintió y colocó ambas manos
en la puerta. Al ver que así no dejaba paso para que Carlos entrara decidió
apoyarse en ella, así tampoco tendría que hacer tanta fuerza. Su amigo al ver
que Raúl sostenía la puerta, no sin dificultades, se acercó al umbral y observó
el interior.
—Está muy oscuro. Pero parece que
hay una luz allí al final —dijo con voz firme adentrándose en la oscuridad.
El mismo miedo que había sentido
en el cañizal volvía a invadirle el cuerpo. Miró de reojo al interior, se
volvió y observó la casa de Juan el Loco, nunca había estado tan cerca de allí
como hasta ahora.
—¿Carlos? —susurró. Tras esperar
unos segundos y no obtener respuesta caminó hasta el umbral, haciendo que la
puerta se cerrara un poco— .Carlos sal ya. No tiene gracia.
Espero unos segundos y volvió a
aproximarse más al interior. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Se
apartó de la puerta y trató de volver abrirla por completo, pero él solo no
tenía la fuerza suficiente.
—¡Tú! ¿Qué haces ahí? —le gritó
alguien detrás suyo.
Espero que os haya gustado. Tenía que escribir un drama, que espero haberlo conseguido, es lo que más problemas me dio, y que salieran los conceptos de niña, cincuenta, pálido y perdida de memoria. Podéis comentar dar vuestra opinión al respecto.
¡Gracias por leerme!
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