Tras muchos días sin mucha actividad y tras ver que el proyecto en el que estoy inmerso ahora mismo no esta presentable, he tenido que rebuscar en los cajones del olvido material. Esta idea surgió si mal no recuerdo con el conocido método, o al menos yo lo conozco así, de la "Caja Mágica", el cual consiste en coger sin mirar, unos trozos de papel con palabras escritas previamente y tratar de formar una historia.
Quizás podríamos incluirlo en una temática más infantil, pero que sigue pareciéndome una idea graciosa. Es un cuento inconcluso, eso si, ya que es más bien una idea en pañales.
"Había estado esperando ese día desde
hacía mucho tiempo. Tenía el mismo
hormigueo en el estomago que cuando tenía que salir de excursión con los
compañeros de la escuela, pero esto sería incluso mejor, ningún maestro estaría
vigilándole. «¡El disfraz!» fue lo primero en lo que pensó saltando de la cama
y corriendo al armario. En la misma puerta había una bolsa, en su interior
había un disfraz de pato colgado de una vieja percha. Lo observó un segundo y
comenzó a desnudarse.
En un abrir y cerrar de ojos un
pato de la altura de un niño de diez años estaba en la habitación. El disfraz
era muy realista, al menos, todo lo realista que puede ser un pato de más de un
metro de alto. Se calzó las patas y se ajustó bien el pico.
Abrió la puerta y salió al
pasillo, miro a ambos lados. Escuchó, como había supuesto, voces procedentes desde
la cocina, «Bien, están desayunando.», se dijo mientras corría hasta el baño. Una vez
dentro cerró con pestillo la puerta y se observó en el espejo. «Hoy será un
gran día, nadie sabrá quién soy.»
Un pato negro le devolvía la
mirada desde el otro lado del espejo. Movió el pico y trató de parecer natural.
—Cuac. Buenos días señor Lagarto
—le habló al espejo observándose, la situación le pareció tan graciosa que
comenzó a reírse él sólo.
Se quitó la parte inferior del
disfraz y tras comprobar que era incapaz de hacer diana en el interior, decidió
sentarse y hacerlo como las chicas. Escuchó unos pasos acercarse a la puerta y
picar en ella.
—¡Ocupado! —gritó.
—Icky, espero que te hayas puesto
ya el disfraz —quiso saber su madre desde el exterior del baño.
—¡Claro que sí! ¿Acaso crees que
se me iba a olvidar como a ti otros años? —contestó burlón— ¿Y tú qué? ¿Lo llevas
puesto?
—Sí. El desayuno está en la cocina —respondió ella— .No tardes, si no se enfriará. Te he hecho una taza de
chocolate —concluyó mientras se alejaba de la puerta.
—¡Voy!—
espetó mientras tiraba de la cadena y se vestía a toda prisa. «Chocolate», se
dijo a si mismo lamiéndose los labios, el chocolate le encantaba. Dibujó una
sonrisa y tras volver a verse como un pato en el espejo, salió corriendo hacia
la cocina.
Salió del baño y caminó patosamente
hasta allí. «¿De qué irán disfrazados?» se preguntó obteniendo la respuesta al
entrar. Una vaca y una farola desayunaban con tranquilidad unas
tostadas y café. Tras el shock inicial observó como la farola le indicaba donde
sentarse, se acercó intentando averiguar quién era quien bajo la atenta mirada
de la vaca por encima del periódico.
—Muu...—dijo la vaca — .Quiero
decir... Buenos días hijo — se corrigió con una sonora carcajada.
—Hola papá. Me gusta tu disfraz
—contestó— .-Y el tuyo también mamá — girándose hacia la farola que en ese
momento estaba bebiendo con dificultades el café— .¡No os había reconocido!
—¿Cómo se te ocurrió disfrazarte de pato? —quiso saber la vaca.
—Pues...—comenzó dubitativo— .¿Recordáis
aquella obra de teatro en la escuela en que uno de los chicos de la clase de al
lado iba disfrazado de pato de feria? ¿De color amarillo? —preguntó emocionado—
.¿Sabéis quien digo?
—Sí —asintió la vaca— .El hijo
del panadero.
—¿Y porque de color negro?
—intervino la farola intrigada.
¿Demasiado infantil? Los niños pueden ser un buen destinatario para historias cortas de este tipo. De hecho para empezar a escribir siempre he escuchado que la mecánica de los cuentos es la más adecuada para adentrarte en el mundo de la escritura.
¡Gracias por leerme!
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