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miércoles, 23 de julio de 2014

Resburg City: Diana

He aquí otro relato sobre "Resburg City", en el que he intentado abrir una serie de frentes para futuros relatos ambientados en esta ciudad, esperemos que no pasen desapercibidos al leerlos.  Ahora a disfrutar de relato y tras leerlo me intentar darme vuestras opinión para poder mejorar y solventar errores.

"Cuando llegaron a la Sala Kuper el ambiente en el exterior era bueno. En los últimos días tanto el local como la terraza habían estado llenos. Tom, parar variar, nada más llegar, estaba dando gritos, llamando la atención a un grupo de colegas que bebía en el parque.


—Ya empieza... —le dijo molesto Nate.

—Me voy  para dentro —dijo Jack haciendo caso omiso de las palabras de su amigo.

De camino al interior se encontró con varios conocidos. Estuvo hablando con Ernesto, y Silvia unos antiguos compañeros de universidad, y tras hablar con ellos un rato Jack entró en el local.

Se tropezó con sus amigos en la barra hablando con la camarera. La mirada altiva y la sonrisa guasona de Rococó le indicaron que no estaba pidiendo simplemente algo de beber. Robert al verlo entrar le hizo señas para que se acercara hasta ellos.

—Voy a tener que irme con ellas, ya... —escuchó decir a Robert mirando al grupo de chicas dónde se encontraba Diana.

—¿Por qué? Qué se vengan ellas aquí. Así me presentas a la rubia pecosa de allí —espetó Rococó.

—Si hombre... Llevamos poco tiempo juntos como para empezar a pedirle este tipo de cosas... —se excusó Robert bajo la atenta mirada de decepción de su amigo.

Jack dirigió la mirada hacia las chicas y las observó unos segundos, Diana bailaba, pero nada más verlo se acercó a él para saludarle, seguida por sus amigas. Cruzó  la pista de baile alzando la copa y bailando al son de la música sin importarle si golpeaba o empujaba a alguien.

—Hola Jack—grito ella para hacerse oír.

—Ayer, salí por aquí y no te vi—mintió Jack—. ¿Viniste?

—No. Ayer me quede en casa... —contestó desviando la mirada—. Pero hoy toca... ¡Fiesta! —gritó mientras se giró hacia sus amigas. Volviendo a cruzar la pista mezclándose con la multitud.

—Rococó —dijo al oído de su colega—. Ayer cuando vinimos nos encontramos a Diana, borracha como una cuba, comiéndole la boca a otro.

—¿Otra vez? —bufó al tiempo que Jack asentía—.  Pues se acabó, estoy hasta los huevos —dijo volviéndose hacia Robert—. ¡Tío! Tu parienta es una puta —le grito a escasos centímetros de la cara.

—¿Cómo? —dijo sorprendido.

—Qué tu novia le comió la boca a otro tío ayer por la noche... —dijo señalando a Diana.

—¿Qué dices?

—Te lo hemos dicho un montón de veces... No hay peor ciego que el que no quiere ver...

—¡Anda calla! —contestó molesto Robert.

—Escúchame. Jack y yo te vamos a demostrar que es cierto —dijo mirándole a los ojos—. Voy a ligármela esta noche, y tú lo verás.

La cara de Robert era todo un poema. Rococó era conocido por ser el don Juan del grupo, y la declaración de intenciones que acababa de presenciar no auguraba nada bueno.

—¿Pero qué dices? Estás loco... —dijo entrecortado mientras Rococó se marchaba hacia ella—. ¿Está de coña no? —preguntó mirando de reojo a Jack quién encogió los hombros a modo de respuesta.

—¿Qué hace Rococó con las rusas? —preguntó Nate nada más llegar.

—Le hemos dicho a Robert que ayer vimos a Diana con otro y no sé lo cree. Y Rococó a decidido ligársela delante suyo… —contestó risueño—. Pero dudo que lo consiga estando él aquí —prosiguió mirando a Robert quien presenciaba la escena con gesto serio.

—Sí, supongo... —suspiró y miró a su amigo quién seguía con el rostro consternado y la mirada fija en Diana—. ¿Bueno, qué? ¿Un futbolín? —le dijo para tratar de distraerlo.

—Vale... —dijo Robert con lentitud mientras se volvía hacia Nate—. ¡Pero pagas tú!

Jack observó cómo se marchaban y colocaban una moneda para coger tanda. Esperó hasta cruzar una mirada con Nate para saber cuánto rato estarían allí antes de empezar y éste no tardó en hacerlo. Alzó la mano mostrando tres dedos, acompañado de un movimiento de cejas. «Tengo para un rato» se maldijo Jack al verlo.

Observó la sala en busca de alguien con quien conversar. Rococó charlaba con Diana y no había rastro de Tom por ninguna parte. Se volteó y miró la barra, al final de esta se encontraba Fred, el pinchadiscos del local, con los cascos puestos y bailando al ritmo de la música por lo que se encaminó hacia él.

—¿Qué tal, Fred? —dijo tras darle un toque en el hombro y ver que éste se giraba.

—Hola —contestó con una sonrisa mientras le estrechaba la mano—. Bien, aquí liado como siempre...

—Hay gentecilla hoy. ¿No? —dijo mirando alrededor.

—Sí, la verdad es que sí. Hoy no cerramos hasta las siete, ya verás... —concluyó con frustración.

—De puta madre —espetó Jack—. ¡Una hora más de fiesta!

Fred suspiró, se colocó los cascos y se volvió hacía la tabla de mezclas. «Que pringado soy...» se maldijo Jack mientras le daba la espalda a Fred. Se quedó mirando como Nate y Robert comenzaban la partida.

—¿Has venido con los demás? —escuchó como Fred le preguntaba.

—Sí. Nate está en el futbolín. —dijo señalándole—. Y Tom supongo que estará todavía por fuera.

—¿Paul no ha venido? Hace días que no le veo...

—No. Lleva un par de semanas trabajando hasta muy tarde y cuando sale, se va a dormir.

La canción estaba a punto de acabar por lo que Fred tuvo que volver a la tabla de mezclas y poner otra canción.

—Ponme lo de siempre —pidió cuando éste se volvió a girar al poco rato.
El pinchadiscos miró a la barra y con un gesto llamó la atención de su compañera.

—Un Jack Daniel's con Red Bull —le dijo señalándole con el dedo a Jack—. En vaso ancho.

Al oír eso Jack le dirigió una mirada y levantó el pulgar al tiempo que le guiñaba un ojo. Observó como la camarera cogía un vaso, colocaba un par de hielos y caminaba hacia las estanterías llenas de botellas. «Ahí está» le indicó mentalmente Jack mientras la buscaba. Cuando la encontró, cubrió los hielos con el líquido oscuro y agarró una lata de la nevera. La enorme equis que había en ella le obligó a hacer una mueca. «Red Bull del chino...» La camarera se acercó a él y le entregó el vaso.

—Cinco —le indicó ella.

Jack saco la cartera y le entregó un billete de veinte, por lo que tuvo que esperar a que volviera para regresar con sus amigos. El olor entró con fuerza hasta llegar a los pulmones. Observó como Rococó se acercaba a él.

—Esta tía es una penca de cuidado...—dijo acompañando con un gesto afeminado de la mano—.  Vamos fuera —imitó con una voz más aguda.

—¿En serio? —intervino sorprendido Jack.

—Tengo que hacerlo delante de él, y el muy gilipollas está jugando —comentó señalándole con la cabeza a Robert quién estaba en mitad de la partida. 

Cuando Jack se volvió de nuevo a él, le hizo un gesto para que le siguiera. Caminando hasta el fondo de la sala.

Desde allí observó como Nate y Robert continuaban jugando, volvió la vista al frente y se encontró a Diana y a sus amigas jugando al billar. Mientras bebía observó la situación, y la escena que montaban las chicas cada vez que tiraban. Se inclinaban sobre la mesa con posturas y movimientos provocativos haciendo que todo el que estuviera por allí no dejara de mirarlas. Diana mientras esperaba su turno tonteaba con un chico cada vez y Rococó que se había deslizado hasta su lado le lanzaba miradas constantemente.

Escuchó unas voces familiares detrás suyo, se giró para dejar su vaso sobre la barra y vio a Nate y Robert pidiendo bebida.

—Ya vuelve otra vez... —se quejó Robert al ver como Rococó volvía a insinuársele a Diana.

—¿Tú qué crees? —preguntó Jack a Nate.

—Depende. Sí Diana es tan guarra como creo qué es no tendrá problema en comerle la boca delante de Robert, por otro lado creo que Rococó no debería de llegar al extremo de permitírselo... —contestó—. Pero le veo muy lanzado.

Cuando la partida terminó Rococó se acercó a Diana y le susurró algo al oído mientras la rodeaba con los brazos. «No me jodas...» se dijo a si mismo Jack al verlo.

—¡Jack! —gritó Robert al ver que ella le abrazaba y continuaba con más susurros.

—Hay que decirle que aborte la misión, Nate... —dijo Jack volviéndose hacia él. Por lo que ambos comenzaron hacer gesto para que Rococó les viera.

—¡Aborta la misión! —gritó Nate para hacerse escuchar por encima de la música.

—¡Pararlo! ¡Pararlo! —gritaba Robert atónito sin moverse del sitio. Tras ver que nadie le hacía caso decidió ir el mismo a poner fin a aquella situación, cuándo observó aterrado como los labios de Diana conectaban con los de Rococó en un beso apasionado mientras se abrazaban con lujuria."

Al final tendré que hacer una recopilación con las historias de Resburg, que sin darme cuenta estoy escribiendo un montón sobre ella.


¡Gracias por leerme!

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