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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Challenge Me!: Apartamentos Dakota

Llegué a la habitación del hotel a altas horas de la madrugada. El viaje desde Hawái había sido largo. Me tumbé en la cama y cerré los ojos abatido por el cansancio. La alarma me sobresaltó y me obligó a reincorporarme movido por el nerviosismo. Me acerqué a la ventana y observé la ciudad, el frío y la nieve hacían acto de presencia y la gente que caminaba por la calle iba tapada hasta arriba. 

Cogí mi chaqueta, saqué una bolsa del bolsillo y me senté frente a la mesa que había junto al sofá. «Es una amenaza. Hay que matarlo…» 

—No, no es cierto —mascullé derramando el contenido de la bolsa sobre la mesa.

«Es una amenaza. Hay que matarlo…» volví a escuchar en mi cabeza, al tiempo que enrollaba un billete y lo acercaba al polvo blanco que acababa de separar. La voz en mi cabeza desapareció en el mismo instante en que la cocaína penetró por mi nariz, nublándome los sentidos. Me levanté con energías renovadas y me acerqué al lavabo, miré mi reflejo en el espejo y me ajusté las gafas.

—James… —murmuré dibujando una sonrisa—. Tengo que hablar con él.

Salí del lavabo, cogí la chaqueta y me marché de la habitación. En la calle hacía mucho frío por lo que troté hasta llegar a la parada de buses más cercana, de camino allí me encontré con un quiosco. 

—¿Tiene El guardián entre el centeno de Salinger? —le dije al vendedor cuando me acerqué.

—¿El libro? —contestó sorprendido—. Mira allá abajo, detrás del New York Times, creo que me queda uno…

Me agaché y rebusqué donde me había indicado. «¡Bingo!»

—¿Cuánto es?

—Seis dólares con cincuenta —respondió tendiendo la mano para que le entregara el dinero—. Un buen libro para leer estas navidades. ¿Te lo envuelvo?

—No, gracias —murmuré mientras le entregaba el dinero—. Es para mí…

Sin decir nada más me marché y continué hasta la parada de buses. Allí esperé hasta que llegó el número cuatro el cual me conduciría hasta el bar donde solía estar mi amigo James. Nada más salir del autocar me dirigí corriendo hacia el interior del local para resguardarme de la fina lluvia que había comenzado a caer.

Nada más entrar observé el interior en busca de James, al no verlo me acerqué al camarero y le pregunté por él. Sin decirme nada me señaló al backstage reservado para los artistas, de camino allí noté en el bolsillo de la chaqueta mi bolsa de cocaína y decidí desviarme hasta los lavabos para meterme otra raya. 

Cuando salí de allí me percaté de que en la barra había un hombre que antes no había visto, bebiéndose una cerveza y hablando con el camarero.

—¿Señor Tylor? —exclamé sorprendido al verlo sin mítico bigote—. ¿Para cuándo un corte de pelo? —añadí entre risas.

—¿Y a ti qué te pasa? ¿Estás borracho o qué?

—Tenemos que hablar de John —balbuceé a duras penas—. Está haciendo las cosas muy bien, y eso es peligroso…

—¿De qué estás hablando? —quiso saber volviéndose hacia el camarero que observaba la situación desde detrás de la barra.

—¡John! ¡John Lennon!

—¿Qué tienes que ver con John Lennon? —dijo poniéndose serio.

—Nada, nada. No te preocupes… Vosotros dos sois amigos ¿verdad?

—Será mejor que te vayas a casa, si no quieres que llamemos a la policía —intervino el camarero colocándose a mi lado. 

Me agarró de la chaqueta y me arrastró hasta la salida. 

—¡Putos borrachos! —le escuché maldecir antes de salir del local.

Ya en la calle, me giré y observé al camarero cerrar la puerta. La lluvia había parado pero el frío comenzaba a calarse en mis huesos. Volví a la parada y me esperé al regreso del autocar para así llegar al hotel a primera hora de la tarde. 

Como no había comido nada, fui a recepción y les pedí que me subieran algo de comer a la habitación y lo cargaran a mi cuenta. Cuando salí de la ducha me sorprendió ver en medio de la habitación un carrito. Miré a ambos lados en busca de la persona que me había traído la comida para darle propina, pero me encontraba solo en la habitación.

Comí un plato de carne de ternera con guarnición acompañado con un buen vino tinto, y con la barriga llena me estiré en la cama, la cabeza me daba vueltas y cerré los ojos. Cuando los abrí era de noche, pero el sol comenzaba a asomar por el horizonte. Me vestí y cogí la chaqueta, al meter la mano en el bolsillo noté algo. Lo saqué y me acordé de mi última compra, el libro de Salinger. Releí algunos pasajes de aquel libro que tanto adoraba y cogí un bolígrafo.

—Para Holden Caulfield —murmuré al tiempo que escribía en la primera página—, de Holden Caulfield. Ésta es mi declaración.

Cerré el libro y lo volví a guardar en la chaqueta, me acerqué a la maleta, cogí un compact disc que me había comprado el mismo día que había llegado a la ciudad y el revólver que me habían entregado. «Es una amenaza», me dijo aquella maldita voz.

Me golpeé las sienes para ver si así se callaba y me marché del hotel. Pedí un taxi en la recepción para que me llevara hasta los Apartamentos Dakota y en unos veinte minutos llegué. Esperé en uno de los bancos junto a la entrada del edificio, observé como la nieve del día anterior comenzaba a fundirse a medida que el sol ascendía y me calentaba. Al poco rato de llegar el hijo de John salió camino al colegio. Me levanté y me acerqué hasta él.

—Hola Sean —le dije mientras le revolvía el pelo—, eres un niño hermoso. 

El pequeño me sonrió y se subió al coche seguido por su cuidador. Vi cómo se alejaba el coche de allí y me acerqué al portero que había en la puerta. 

—¿John se ha marchado? 

—Si, a primera hora de la mañana. Yoko y él no volverán hasta después de comer.

Me maldije, observé y me sorprendió no ver a ningún fan por los alrededores, pero ahora lo comprendía todo. Me acerqué a un banco, saqué el libro y comencé a leerlo. Cuando quise darme cuenta de una limusina negra habían bajado Yoko y John, y se dirigían hacia el interior del edificio. Me levanté tan rápido como pude, pero al llegar a la entrada la pareja ya había desaparecido.

Me tuve que resignar y esperé junto a la puerta a que volvieran a aparecer. A medida que pasaban los minutos una multitud de fans comenzaron a concentrarse en la zona. Algún que otro fotógrafo se acercó y habló con el portero para sonsacarle información.

Eran las cinco de la tarde cuando John salió acompañado de su mujer. Nada más verlo instintivamente me llevé la mano al bolsillo de la chaqueta y me acerqué a él.

—¿Puedes firmármelo? —le pedí sacando una copia de su nuevo disco: Double Fantasy.

—Claro —contestó risueño—. ¿Eso es todo lo que quieres?

Uno de los fotógrafos se colocó frente a nosotros y disparó, el flash de la cámara me cegó, y tardé en reaccionar.

—Sí. Muchas gracias —contesté finalmente.

John y Yoko se subieron a la limusina y se marcharon de allí. «Es una amenaza. Hay que matarlo…» La voz en mi cabeza volvió en el mismo instante en que me decidía por dejarlo todo y volver a casa junto con mi mujer. «Es una amenaza. Hay que matarlo…»

Convencido por esa voz decidí quedarme y esperar a su regreso y llegar a cabo mi misión. La noche había caído cuando la limusina volvió a aparcar enfrente de la entrada del edificio, me aproximé a ellos mientras caminaban hacia las escaleras de acceso.

Saqué el revólver y le encañoné. «Hay que matarlo…» Apreté el gatillo y el disparó fue directo a la ventana, pasando por encima de su cabeza. Vacié el cargador tan rápido como pude, las demás balas dieron en el blanco. John cayó al suelo y se arrastró escaleras arriba mientras yo me sentía realizado.

Casi sin darme cuenta el portero se acercó a mí y me desarmó lanzando el revólver lejos de mi alcance. El conserje alertado por los disparos salió y se topó con John tirado en el suelo. 

—Me han disparado… —balbuceó John antes de desmayarse en sus brazos.

—Estoy desarmado —anuncié al tiempo que me quitaba la chaqueta y alzaba las manos.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —gritó el portero mientras recogía el arma del suelo.

—Sí, acabo de disparar a John Lennon —contesté sentándome en la acera y abriendo el libro de Salinger.

Minutos más tarde la policía llegó y me arrestaron sin que me opusiera. Me llevaron hasta comisaría donde me interrogaron.

—Me declaro culpable, sí. Estoy seguro que la mayor parte de mí es Holden Caulfield, el personaje principal del libro —expliqué señalándoles el libro—. El resto de mí, debe ser el Diablo.

(Reglas: Mark David Chapman)


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