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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Resburg City: Feria anual del automóvil

Nate, Tom y yo habíamos quedado en la entrada de la feria anual del automóvil. Nos acercamos a la cola, al llegar a la taquilla le dimos las invitaciones que habíamos conseguido en los periódicos y entramos. Eran las cinco de la tarde y no había mucha gente por lo que aprovechamos para inspeccionar algún que otro coche.

—¡Mira, Jack! —dijo Nate señalándome un todo terreno situado junto a la entrada.

Miré el coche, y rápidamente me dirigí a la puerta del conductor. Nate entró por la del copiloto y se sentó mientras yo abría la del conductor.

—¿Has visto que pasada?

—No veas que cómodo —exclamé moviendo el culo y agarrando el volante con las dos manos—, que tacto…

—Pues sí. El equipo de música no está nada mal tampoco —indicó enchufándolo.

La música sonaba por los altavoces con claridad. Me volteé y observaba los asientos traseros cuando de repente alguien se acercó a la puerta del conductor y me tocó el hombro.

—¿Podéis salir del coche?

Sorprendido le miré de arriba abajo. Era el guardia que estaba en la entrada y su cara de pocos amigos me miraba con desprecio.

—¿Puedes salir del coche? —me repitió dando un paso atrás para que pudiera salir del interior.

—¿Qué pasa? 

—¿Podéis venir todos? —añadió ignorándome—. Venir todos conmigo.

Sin entender que pasaba le seguimos hasta la entrada y una vez allí nos invitó a salir del recinto.

—¿Pero qué ha pasado?— quiso saber Tom.

—Salir, no me hagáis llamar a seguridad.

Sorprendidos ante que aquel giro de los acontecimientos Tom y Nate salieron del recinto, pero yo me detuve y me acerqué a la barandilla a increpar al guardia que acababa de echarnos y preguntarle por los motivos de aquella decisión.

—¿Se puede saber por qué no has hecho salir?

—Ya sabes por qué…

—¿Que ya lo sé?

—A tus amigos y a ti os gusta mucho pitar con el coche y hacer el tonto…

—¿Cómo? —espeté—. Te estas confundiendo… Nosotros acabamos de entrar.

—A mí no me la pegas… —intervino—. Lleváis más de media hora haciendo el ganso por aquí dentro. 

—¿Pero qué dices?

—¡Que os larguéis! —exclamó alzando la voz.

Miré a mis amigos de reojo y me percaté de que toda la cola me estaba observado.

—Deja pasar a la gente. —Me apartó con el brazo— . Sal de en medio… 

Me aproximé a la valla y miré desafiante al guardia.

—Quiero hablar con tu jefe. Llámalo y que venga.

El rostro del guardia cambio instantáneamente, sin contestar se llevó las manos a los bolsillos y palpó hasta que dio con un paquete de cigarrillos.

—No hace falta que venga nadie —contestó tras llevarse uno a la boca y encendérselo.

—Sí que hace falta —enfaticé golpeando la valla—. ¿Le vas a llamar o tengo que hacer más ruido?

Miré de nuevo a la cola, la gente que iba entrando nos miraba con malas caras y cuchicheaba. Comencé a golpear la valla con más fuerza.

—¿¡Quieres parar!? —gritó.

—¿Perdona? —Fingí no escucharlo—. No te oigo, ¿dices algo?

El guardia lanzó el cigarro al suelo y se acercó a mí. Colocó las manos sobre la valla y se encaró conmigo.

—¡Que pares!

—Pararé cuando tu jefe venga aquí —reclamé señalando el suelo—, y me explique porque me has echado…

El nerviosismo del guardia iba en aumento. Volvió a encenderse otro cigarro, el sudor en la frente y en la camisa comenzaron a ser visibles. Se alejó, cogió el walkie-talkie al tiempo que me miraba con recelo y comenzó a hablar.

—¿Has llamado a tu jefe ya? —pregunté cuando regresó a mi posición.

—Me tienes harto chaval… —espetó pasándose la mano por la frente—. Mi jefe tiene mejores cosas que hacer que venir aquí para hablar contigo.

—¡Que llames a tú jefe! —grité haciendo que todo el mundo me mirara.

—Jack, tío —intervino Tom—. ¿Qué más da? Vámonos y que les den por culo…

—¿Qué me vaya? Si nos ha echado como ratas… —reproché—. Que venga su jefe y me den una explicación…

—Jack… —habló Nate que observaba desde la distancia.

—Iros si queréis, yo me quedo.

En ese mismo instante, otro guardia de seguridad se acercó a la entrada y comenzó a hablar con su compañero. No escuché que se decían pero señalaban hacia nuestra posición. Entonces el guardia que acababa de llegar se acercó hasta nosotros y con un gesto nos indicó que nos aproximáramos. 

—Buenas tardes —comenzó diciendo al mesarse la barba—, me han comentado que hace un rato os han echado y que queréis hablar con un superior. 

—Sí.

—Lamento mucho lo ocurrido. Ha dado la casualidad de que cuando vosotros habéis entrado, otro grupo de chavales han comenzado a subirse a los coches y a tocar todos los botones —explicó señalando al interior del recinto—, y por lo visto mi compañero os ha confundido y os ha sacado de la feria.

—No pasa nada —intervino Nate.

—Si queréis podéis volver a entrar y disfrutar de la feria.

—Sí, está bien —exclamó Tom—. ¿Qué os parece chicos? —añadió volviéndose hacia nosotros.

—Me parece perfecto —intervine—, pero quiere que ese tío de ahí me pida disculpas —añadí señalando al otro guardia.

—¿Cómo? —exclamaron todos.

—Quiero que me pida perdón por haberme echado y hacerme quedar mal delante de toda esta gente —expliqué mirando de reojo la cola.

—No puedo pedirle eso…

—Pues quiero ponerle una hoja de reclamación.

El hombre me miró primero a mí y luego a su compañero. Al ver que permanecía en mi sitio, me indicó que me esperara y se acercó a su compañero.

—¡No! —exclamó tras oír mis exigencias—. Y una mierda, no le pido perdón a ese niñato, ni loco….

Observé la situación desde allí, mis amigos me indicaron que cruzáramos la entrada y dejáramos el tema, pero me mantuve en mis trece. Tras una larga discusión entre los dos guardias, vi cómo se volteaban y me indicaron que me acercara.

—Mi compañero tiene algo que decirte.

Me aproximé a ellos y miré con asco al guardia mientras guardaba silencio.

—No, puedo… —dijo negando con la cabeza—. Mira con qué cara me está mirando.

—Raúl, ¿en qué habíamos quedado?

Alzó la mirada y tragó saliva.

—Mira, chaval —comenzó diciendo tragándose su orgullo—, he cometido un error. Te he echado sin motivo alguno.

—¿Y qué más? —espeté cruzándome de brazos.

—Que lo siento…

—Muy bien, ya está —intervino el otro guardia colocándonos una mano a cada uno en el hombro—, todos contentos. Ahora entra con tus amigos y pásatelo bien.

—Es lo mínimo que tenías que hacer… —contesté alejándome de allí y reuniéndome con mis compañeros.

Nos alejamos un poco de la entrada y caminamos uno rato sin decir nada al respecto hasta que llegamos al todoterreno en el que nos encontrábamos Nate y yo cuando nos invitaron a abandonar la feria. Me acerqué al coche y me apoyé en él.

—Hazme una foto —dije al tiempo que hacia el símbolo de la victoria con la mano—. Me he salido con la mía.



Feria anual del automóvil: ¡Ponle nota!

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