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miércoles, 16 de marzo de 2016

Taller: El quiosco de la esquina

Había quedado aquella tarde con Raúl. El chico le había insinuado varias veces que estaba enamorado de ella y Blanca, una joven universitaria, había comenzado a creerse sus palabras y había aceptado quedar con él.

Al vestirse desconocía como acabaría ese trayecto de apenas quince minutos que la separaban de su enamorado. Se miró en el espejo mientras se maquillaba con un llamativo pintalabios rojo. Había fantaseado con este encuentro infinidad de veces, y quiso sacar toda la artillería en esa primera cita.

—Mamá, me voy a casa de la abuela —dijo cogiendo las llaves del recibidor—. Quizás me quede a dormir allí.

—Ves con cuidado y avísame cuando llegues —contestó su madre, desde la sala de estar, conocedora de los verdaderos planes de su hija.

Blanca abrió la puerta y entró en el ascensor. Mientras bajaba sacó su teléfono y llamó a Raúl.

—Acabo de salir de casa. ¿Dónde estás?

—Estoy esperándote en el quiosco de la esquina —mintió Raúl.

—Enseguida llego, cinco minutos —anunció feliz por el inminente encuentro.

Blanca aceleró el paso cuando salió del edificio. Una vez fuera se percató de que hacia un poco de aire y el vestido que se había puesto se le levantaba con suma facilidad. Sopesó la idea de volver a casa y cambiarse pero las ganas de encontrarse con Raúl y que él la viera así de radiante la disuadieron de la idea.

Raúl la observaba desde la otra acera. Vio como salía del portal, y con una sonrisa maliciosa la siguió desde la distancia. Llevaba dos meses adulándola a diario, había apostado con sus amigos que conseguiría llevársela a la cama antes de que acabara el semestre y esta era su última oportunidad. Blanca era la chica más popular del campus, y también la más deseada entre el género masculino lo que convertiría el suceso en toda una hazaña.

Cuando Blanca llegó al quiosco miró desconcertada a ambos lados. Sacó el móvil y volvió a llamarlo. Raúl al ver su llamada aceleró el paso y la saludó alzando el brazo.

—¡Blanca! Estoy aquí.

La chica se volteó y sonrió al verlo. Cuando cruzó la calle se acercó a él y le abrazó. Raúl la besó en la mejilla con una fingida ternura y la miró a los ojos. El grito de una mujer en ese mismo instante les sobresaltó. Detrás de ellos, un hombre encapuchado, pistola en mano, atracaba a una anciana.

El atracador trató de arrebatarle el bolso, necesitaba el dinero para poder pagar su preciada dosis de crack, y al cruzarse con la anciana pensó en que sería un objetivo fácil. Pero la anciana presa del pánico era incapaz de soltar el bolso pese a los esfuerzos del hombre. Los gritos de la mujer comenzaron a llamar la atención de los pocos peatones que allí había y el encapuchado comenzó a ponerse muy nervioso. 

Sin querer apretó el gatillo e hirió mortalmente a la anciana. Al ver lo que había hecho miró a su alrededor y se encontró con la mirada de Blanca y Raúl quienes observaban aterrados lo sucedido, sin apartar la mirada de ellos, el hombre se llevó el arma a la boca y apretó el gatillo.

(Debía utilizarse un narrador en tercera persona omnisciente y el personaje principal presenciar un asesinato)


El quiosco de la esquina: ¡Ponle nota!

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